Buenos días.
Sant Jordi, San Jorge, el libro y la rosa o lo que cada quién quiera celebrar. Día de tradiciones, algunas truncadas transitoriamente, pero otras siempre vivas. Empecemos por estas últimas.
Desde primera hora de la mañana en las redes los odiadores profesionales han estado a lo suyo. Están los de no digas Jordi que se dice Jorge; los de no os lo apropiéis que es nuestro (desde Castilla, desde Aragón, desde Cataluña y hasta desde Inglaterra, porque la estupidez, como el virus, no conoce fronteras), aunque lo cierto es que Sant Jordi (así le llamamos aquí, mire usted), de haber existido probablemente se movía más bien por la Capadocia; los que aprovechan que es el día del libro para anunciarnos a todos que acaban de descubrir que en la Constitución, además de la primera mitad del artículo 2, el 8 y el 155, también está el artículo 20 (lo de entenderlos va para más largo, y lo de enterarse de que hay otros ciento sesenta y pico ya ni me lo planteo, pero mucho ánimo que en dos o tres vidas igual lo pillan); y no quiero olvidarme de la mermada que se pregunta airada por qué en Aragón hay banderas de las cuatro barras. En fin, por la boca de cada cuál sale lo que cada cuál lleva dentro, y no quiero ponerme escatológico.
Para mí Sant Jordi es el sol intentando vencer a las nubes; son paseos interminables gastando en libros lo que no tengo y buscando alguna firma; es esa docena de rosas con las que aterrizo muy temprano en la Facultad y antes de que llegue nadie dejo en las mesas de mis compañeras; es carpa en el paseo repartiendo claveles (las rosas son más simbólicas pero no sabéis lo que cuestan 300 rosas); es llegar tarde a casa molidos y ponerse una copa de somontano mientras repasamos el botín, y después cena de pan con tomate con cosas encima.
Y claro que sí, es del día de Castilla y León y el día de Aragón, entrañables para mí por tantos motivos y que cada cuál los celebre como quiera y cantando lo que quiera, a mí me vale el "quién sabe si las cigüeñas han de volver por San Blas" del Nuevo mester y el "polvo, niebla, viento y sol" de Labordeta.
Pero sobre todo es el día que triunfa la palabra escrita. El día que compra un libro la gente que nunca lo hace y hasta es posible que lo lea (y si me dais a elegir entre quien compra un libro de Buenafuente o alguno de esos y quien no compra ninguno, me quedo con el primero siempre).
Leed siempre, leed lo que os apetezca, sea Unamuno sea la etiqueta del champú. Pero leed porque en lo que alguien haya escrito siempre habrá algo, por poco que sea, que no estaba en nuestra mente antes de leerlo.
Cuidaos mucho y cuidad de vuestra gente. Se os quiere.
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