lunes, 18 de abril de 2022

15 de abril de 2020

Buenos días, buenas tardes ya.

Intentamos el regreso a algo parecido a la normalidad, esta normalidad extraña a la que supongo que ya nos vamos acostumbrando. Hoy he dado cuatro horas de clase (bueno, en realidad dos sesiones de 100 minutos, cada una de ellas de un tirón), y parece que poco a poco vamos cogiendo una cierta comodidad, van preguntando, voy consiguiendo que participen...

Pero no quería hablaros de esto. Resulta que ahora hago lo mismo que es habitual: pongo el móvil en silencio pero lo tengo al lado. Y mientras estaba dando la clase de la mañana me ha entrado una llamada muy especial. No la he cogido, pero en cuanto he terminado he devuelto una llamada.
Es un viejo y gran amigo, al que debe de hacer algo así como ocho años que no veo, y que ciertamente es de los pocos de entonces que no me llama menos de dos veces al año, pero que ahora llevaba bastante tiempo sin hacerlo. Parece que ha visto algo que le ha hecho pensar en mí y ha decidido marcar mi número. Siempre es una alegría hablar con él, y es una de esas personas con las que puedo charlar y charlar sin que me pase el tiempo. Son llamadas que van mucho más allá del hola-quétal-cómoestás-bien-yvosotrosquétal. Hemos compartido y seguimos compartiendo muchas cosas.

Tú que me estás leyendo, ¿cuánto tiempo hace que no llamas a aquella persona con la que tienes tantos recuerdos comunes? Pero no para contarle algo que te ha pasado o para qué se yo, felicitarle o darle apoyo en un mal momento, no. Cuánto hace que no le llamas porque sí, sin más razón que las simples ganas de hablar de todo y de nada, de escuchar su voz. Los guásaps van muy bien, eso es así, pero no sustituyen a una buena conversación.

Yo hoy ya he hablado todo lo que he de hablar, y mañana tengo cuatro horas de máster. Pero pasado he decidido que voy a aprovechar la tarifa plana. Si no es ahora, ¿cuándo?

Cuidaos mucho y cuidad de vuestra gente. Se os quiere.

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