martes, 12 de abril de 2022

12 de abril de 2020

Buenos días, tardes ya.

Cuesta decir cosas positivas cuando la tristeza te tiene atravesada el alma. He de intentarlo, seguramente, porque a lo mejor encuentro dentro de mí algo que pueda hacer que alguien sienta cosas buenas.

Hay personas que pasan por la vida haciendo el bien allí donde van. Personas que a lo mejor son de pocas palabras pero de hechos grandes, no en el sentido de gestas heroicas sino en el de que sin darse cuenta, de una manera natural, tienen continuamente esa manera de estar que crea a su alrededor una sensación de calidez, de bienestar, y gozan de esa fuerza que les permite no estar nunca de mal humor ni tener nunca una mala palabra para nadie. Y que son sembradores de bondad, porque cuando estás al lado de una persona así hasta los que, como yo, somos bichos de la peor especie, parece que hallemos en ellos un modelo a intentar imitar.

Son personas que, por usar palabras muy sabias de otro queridísimo amigo, han hecho de la amistad una verdadera religión. Y la ofrecen de la única manera que tiene sentido ofrecer las cosas: sin pedir ni esperar nada a cambio, porque sí. De esas que no te quieren porque haya algo en ti que merezca ser querido, apañados estaríamos algunos, sino porque quererte forma parte de su misma esencia. Que nunca tienen un no para nadie sencillamente porque no hay en ellos ninguna razón suficientemente importante para negarle nada a nadie. Y que si alguna vez algo no les parece bien (porque nada más lejos de su autenticidad que la pusilanimidad) siempre saben expresarlo de la manera más acertada, que es la que no da lugar a que nadie pueda sentir la menor molestia ni alusión personal negativa.

Hoy estamos empezando a tomar conciencia de que hemos perdido a una de esas personas. De asumir, como dice el título de un gran libro, la ridícula idea de no volver a verle. Muchos le hemos llorado y seguro que volveremos a hacerlo. Pero también para muchos hoy es el día que se hace realidad una inmensa promesa, y podemos encontrar un poco de luz en la esperanza de que algún día, más allá del tiempo, podremos volver a abrazar a aquel hombre de mirada buena y sonrisa perpetua.

Cuidaos mucho y cuidad de vuestra gente. Se os quiere.

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