martes, 12 de abril de 2022

10 de abril de 2022

Buenos días.

Estos días pienso mucho en tantas personas que llevan todo el año esperando la Semana Santa para culminar un esfuerzo inmenso saliendo a las calles con sus cofradías y bandas, o sencillamente a participar de una manera u otra en las celebraciones cuaresmales y pascuales. Os envío mi recuerdo más cariñoso, y os brindo este verso de Kipling que a lo mejor os reconforta de alguna manera:

"Si vuelves al comienzo de la obra perdida
aunque esta obra sea la de toda tu vida..."

Volveréis a las calles, a llenarlas de vida, música y fe. Mucho ánimo y arriba los espíritus.
Son días para muchos de contrición. De mirar hacia dentro y preguntarnos por nuestras debilidades, nuestros malos momentos, esas veces en las que hubiera sido mejor hacer o decir algo distinto de lo que hicimos o dijimos, o simplemente no hacerlo o decirlo.

Recordamos a aquella chica o aquel chico al que no nos atrevimos a decirle lo que nos inspiraba, aquella propuesta que rechazamos, aquella discusión en la que nos dejamos llevar por el calor y dijimos cosas que seguramente causaron dolor, aquella vez que alguien mereció nuestro aplauso y quizá por pura desidia no se lo ofrecimos... No hay gran diferencia entre el arrepentimiento por la acción y por la omisión: los dos nos llevan a sentir que una conducta diferente habría tenido un resultado mejor.

En mi memoria guardo gran cantidad de oportunidades perdidas, tanto de hablar como de callar, tanto de hacer como de no hacer. Tengo el genio vivo, como bien sabéis. Dentro de mí vive una mala bestia a la que la mayor parte del tiempo controlo bastante, pero por desgracia algunas veces se me escapa, quizá porque en realidad se parece mucho más a lo que soy que a lo que me gustaría (y me esfuerzo para) ser. Lo cierto es que siempre acabo lamentándolo.

Una vez leí un artículo-resumen de un curioso proyecto de investigación, titulado "Apology and forgiveness evolve to resolve failures in cooperative agreements" (ya veis a qué cosas nos dedicamos en mi gremio). A partir de un montón de experimentos reales sobre una variante sofisticada del dilema del prisionero, los autores llegan entre otras a una conclusión que me interesa: cuando en las relaciones sociales se producen comportamientos que rompen los acuerdos implícitos o explícitos, ante la opción entre venganza o perdón la estrategia dominante (así se llama en teoría de juegos a la que resulta más beneficiosa) para todo el mundo individualmente y en conjunto es el perdón, con una sola condición: que se produzca una disculpa y que esa disculpa sea percibida como sincera.

Si alguna vez, queriendo o sin querer, te he hecho daño (y la probabilidad es alta), quiero que sepas que lo siento, y que lo siento de verdad.

Cuidaos mucho y cuidad de vuestra gente. Se os quiere.

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