martes, 26 de abril de 2022

26 de abril de 2020

Buenos días.

Y feliz domingo a toda esa chavalada que hoy podrá salir a la calle. Seguro que es bueno, y seguro también que la inmensa mayoría de papás y mamás tomarán las precauciones necesarias.

La otra noche veíamos con aquí mi cachorrada "Algunos hombres buenos". Que sí, que es una americanada y todo eso. Pero aparece ahí un Tom Cruise que empieza a dejar de ser un niño guapo para convertirse en un actorazo, recuperamos a la preciosa Demi Moore de antes de que se hiciera desgraciar por los cirujanos, está un contenido Kevin Bacon y el inmenso Jack Nicholson borda una vez más el papel de psicópata, yo creo que este hombre nació para eso.

Hay varios momentos en la peli que siempre me impresionan. Uno, la discusión al final de la primera sesión del juicio en la que Joan le pregunta a Sam por qué odia tanto a los "marines" y él le responde que abusaron de un débil en lugar de defenderle como era su deber. Y cuando él le pregunta a ella por qué les defiende tanto ella dice: "están ahí durante la noche vigilando una valla y nos dicen que mientras dure su guardia estamos seguros".

Otro, sin duda, el interrogatorio final al coronel Jessop, cuando Dani le grita: "¡Quiero la verdad!" y el otro responde: "¿La verdad? Tú no quieres saber la verdad", y se marca un monólogo que termina con algo así como "yo te procuro la libertad mientras tú cuestionas mi manera de proporcionártela."
El deber de proteger al débil como única justificación del ejercicio legítimo de la autoridad y en su caso la fuerza, enfrentado a la eterna pregunta de si es admisible utilizar medios inaceptables cuando es para alcanzar fines superiores.

A la primera cuestión respondemos todos sin dudar cuando somos el débil que ha de ser protegido, pero quizá dudemos más cuando somos quien tiene derecho a usar el poder y la fuerza. Sobre la segunda solemos ser también bastante asimétricos según que la injusticia latente o patente nos beneficie o nos perjudique. No es mal día para recordar que si hay una injusticia ante la que deberíamos ser especialmente firmes es aquella que nos favorece.

Cuidaos mucho y cuidad de vuestra gente. Se os quiere.

24 de abril de 2020

Buenos días.

La clase de ayer era de 6 a 9 y acabó a las 10, así que al menos eso no está yendo mal del todo. Pero como se decía por aquí cuando empezó todo esto, teletrabajar no puede significar estar 24/24 al pie del cañón. Me impongo una cierta disciplina porque si no estaría todo el día respondiendo correos de estudiantes. Así que me he fijado tres franjas de una hora diarias para eso; en esas tres franjas no hago absolutamente nada más hasta que tengo la bandeja de entrada limpia, pero sólo en esas franjas.

También hemos tenido que limitarnos las reuniones de trabajo. Empezamos con Collaborate, y se alargaban y alargaban y de pronto te encontrabas sin la cena hecha. Así que nos hemos pasado al Zoom, y como usamos el básico el tiempo está limitado; está bien porque vas más de cara a barraca, como dicen los futboleros. Tenemos básicamente dos temas: cómo carajos evaluaremos en junio, porque damos por cierto que todo será virtual, y cómo preparamos el curso que viene, porque hay una probabilidad nada despreciable de que la situación no esté del todo normalizada. Hoy, además, comité de sección porque hay que renovar contratos de profesorado asociado (esa gente a la que le pagamos 300 euros al mes y a la que le hacen contrato con fecha 15 de septiembre para ahorrarse media paga), visitantes (gente a la que fichamos en el mercado internacional con la idea de que hagan carrera aquí) y lectores (el nivel siguiente de los visitantes, personas que ya están a punto de estabilizarse después de como mínimo 4+1 años demostrando capacidad y méritos).

Y es que en confinamiento o no la vida sigue. Ayer vi la primera mariposa de esta temporada y eso no nos lo quita nadie. Está bien tener medios para vernos, hablar, tomar decisiones o dar clase. Y yo agradezco mucho que gracias a esta cosa tengo contacto habitual con mucha gente a la que echo de menos y tengo escasísimas ocasiones de ver.

Pero no me voy a equivocar. Yo soy carnal, corporal, y nada es un sustituto suficientemente bueno para una mirada, un café compartido, una conversación sosegada (o no, da igual), un abrazo o un beso.

Cuidaos mucho y cuidad de vuestra gente. Se os quiere.

23 de abril de 2020

Buenos días.

Sant Jordi, San Jorge, el libro y la rosa o lo que cada quién quiera celebrar. Día de tradiciones, algunas truncadas transitoriamente, pero otras siempre vivas. Empecemos por estas últimas.

Desde primera hora de la mañana en las redes los odiadores profesionales han estado a lo suyo. Están los de no digas Jordi que se dice Jorge; los de no os lo apropiéis que es nuestro (desde Castilla, desde Aragón, desde Cataluña y hasta desde Inglaterra, porque la estupidez, como el virus, no conoce fronteras), aunque lo cierto es que Sant Jordi (así le llamamos aquí, mire usted), de haber existido probablemente se movía más bien por la Capadocia; los que aprovechan que es el día del libro para anunciarnos a todos que acaban de descubrir que en la Constitución, además de la primera mitad del artículo 2, el 8 y el 155, también está el artículo 20 (lo de entenderlos va para más largo, y lo de enterarse de que hay otros ciento sesenta y pico ya ni me lo planteo, pero mucho ánimo que en dos o tres vidas igual lo pillan); y no quiero olvidarme de la mermada que se pregunta airada por qué en Aragón hay banderas de las cuatro barras. En fin, por la boca de cada cuál sale lo que cada cuál lleva dentro, y no quiero ponerme escatológico.

Para mí Sant Jordi es el sol intentando vencer a las nubes; son paseos interminables gastando en libros lo que no tengo y buscando alguna firma; es esa docena de rosas con las que aterrizo muy temprano en la Facultad y antes de que llegue nadie dejo en las mesas de mis compañeras; es carpa en el paseo repartiendo claveles (las rosas son más simbólicas pero no sabéis lo que cuestan 300 rosas); es llegar tarde a casa molidos y ponerse una copa de somontano mientras repasamos el botín, y después cena de pan con tomate con cosas encima.

Y claro que sí, es del día de Castilla y León y el día de Aragón, entrañables para mí por tantos motivos y que cada cuál los celebre como quiera y cantando lo que quiera, a mí me vale el "quién sabe si las cigüeñas han de volver por San Blas" del Nuevo mester y el "polvo, niebla, viento y sol" de Labordeta.

Pero sobre todo es el día que triunfa la palabra escrita. El día que compra un libro la gente que nunca lo hace y hasta es posible que lo lea (y si me dais a elegir entre quien compra un libro de Buenafuente o alguno de esos y quien no compra ninguno, me quedo con el primero siempre).
Leed siempre, leed lo que os apetezca, sea Unamuno sea la etiqueta del champú. Pero leed porque en lo que alguien haya escrito siempre habrá algo, por poco que sea, que no estaba en nuestra mente antes de leerlo.

Cuidaos mucho y cuidad de vuestra gente. Se os quiere.

22 de abril de 2020

Buenos días.

Acabo la primera clase del día y poco a poco vamos cogiendo un ritmo bastante normal. Ahora que nadie se vuelva loco y nos digan que será así para siempre porque me da un patachún.
Ayer viendo una serie mientras cenábamos una escena me recordó una anécdota personal, se la expliqué aquí a los churumbeles y nos dio un ataque de risa que por poco la cosa acaba en drama. Os cuento.

Hará unos 12 años o así. Estábamos reunidas unas 20 personas analizando diversas cosas de algo que estábamos haciendo juntos. Un punto del temario era el problema de unos comportamientos digamos anómalos de una de las personas destinatarias de lo que teníamos entre manos.

Como somos ultrademócratas (ya sabes, juntando mi ignorancia y tu conocimiento entre los dos haremos algo grande), en torno a aquella mesa, en la que entre quienes conocían a fondo a la persona en cuestión y quienes tenían capacidad para valorar la situación (yo no era ninguna de las dos cosas) igual había media docena o así, todo el mundo se sintió llamado a ofrecer su análisis.

Yo escuchaba, aquello se iba alargando, y como además las reuniones (incluso si las dirijo yo, o especialmente cuando las dirijo yo) me repelen cada vez más, me iba poniendo nervioso.
Llegado mi turno hice una prolija intervención, abstracta y alambicada, en la que hablé de elementos culturales, factores sociales, referencias psicológicas, posibles enfoques pedagógicos y todo lo que se os ocurra, y finalicé preguntando, enfáticamente: "y todo esto, ¿qué significa?" Miré en redondo, vi veinte caras expectantes, y respondí con el mismo énfasis: "¡pues no tengo ni la menor idea!"

Nos gusta escucharnos. Nos gusta demostrar que sabemos aun cuando se hable de algo de lo que no sabemos nada. Alrededor de un café claro que sí: para qué sirve un café, sino para eso. Pero cuando se habla en serio, como me decía alguien (¿Toni?) hace unos días, más vale callar y parecer ignorante que hablar y despejar cualquier duda al respecto.

Cuidaos mucho y cuidad de vuestra gente. Se os quiere.

jueves, 21 de abril de 2022

21 de abril de 2020

Buenos días.

Sigue lloviendo. No ha parado ni un momento creo que desde el sábado por la noche. La riera, que normalmente es así como un par de meadas de perro juntas, ahora parece el Orinoco, y a 50 metros de casa se han formado un par de pequeñas lagunas que no sé yo si no acabaré haciendo fotos de flamencos y garzas desde la ventana. De momento debajo del cedro se acercan urracas, palomas de cuello negro, petirrojos, zorzales, estorninos, herrerillos y carboneros, a picotear ese cuenco de pienso de Mus que cada día les voy poniendo, hasta que se acabe.

Tengo al lado a Fernando sentado con su iPad. Se apaña muy bien, se busca lo que le interesa y puedo trabajar sin preocuparme. Ahora mismo está con un juego de fútbol y se le ve divertido y tranquilo. Y Leyre está abajo estudiando, con sus partituras y esas cosas. De vez en cuando oigo unos cuantos compases de piano y su voz, ay, su voz, que algún día tengo que poner por aquí.

Una mañana que va cundiendo. Dos personas me han pedido si podía ayudarlas, una en un asunto personal y otra en un tema profesional y, afortunadamente, a las dos les he podido poner en contacto con alguien capaz de resolver. Tengo programados ya en el múdel (de los cataplines, añado siempre, aunque a menudo con una expresión más rotunda) los enlaces para el resto de clases de la semana, y también he dejado a punto unas cuantas actividades para la feligresía.

Desde la cocina llega el olor del pan que está terminando de hacerse en el horno y también el de un par de cebollas que se están pochando a fuego muy lento en la sartén porque hoy toca comer hamburguesas.

El fallo es que todo esto, que así contado suena a idílico, no es elegido, sino forzoso. Se atribuye a George Bernard Shaw la idea de que mientras que las personas sensatas se adaptan al mundo las personas insensatas insisten en que el mundo se adapte a ellas, y por eso todos los progresos de la Humanidad se deben a la insensatez. Por ahora toca sensatez. Pero ya falta menos, cada vez falta un poquito menos.

Cuidaos mucho y cuidad de vuestra gente. Se os quiere.

miércoles, 20 de abril de 2022

20 de abril de 2020

Buenos días.

Hay una canción preciosa que escribió Ángel Corpa para Jarcha que se titula "Nanas para despertar". Está en el que para mí es su mejor disco, "En el nombre de España, paz", y en una de sus estrofas dice:

"Qué mala suerte tengo, dice mi niño,
hoy que iba a estar desnudo hoy hace frío.
Qué rabia, madre, jugando así vestido toda la tarde."

Hoy no sé por qué me ha venido a la cabeza. Bueno, sí que sé por qué: todos los años por estas fechas se me para el reloj y toca cambiarle la pila, y de la manera más tonta he pensado: "vaya, hombre, se me acaba la pila y todo cerrado". Y de ahí al niño ha ido todo seguido.

Nos cuesta diferenciar entre lo que es bueno para todo el mundo y lo que es bueno para mí. Estas semanas y los meses que vienen vamos a verlo muchas veces. Un ejemplo (y por favor, que nadie piense que esto va de política, es un ejemplo actual y real): hay casi un millón de personas que trabajan en régimen de autónomo y que ya están cobrando una prestación, pero también hay muchas que por lo que sea de momento no la han cobrado o no tienen derecho a cobrarla. Tengo amigos entre los que sí y entre los que no. Y claro, los que sí están contentos y los que no, pues no. A los que sí, les parece una prestación positiva; a los que no, les parece insuficiente. No me cuesta nada entender que algo que puede ser positivo en conjunto no sea positivo individualmente para alguien en concreto, y que a ese alguien le parezca una birria.

Los próximos meses serán duros. Mucha gente lo va a pasar mal, y a muchos se nos van a pedir esfuerzos relevantes. Es lógico, pongamos por caso, que a ningún funcionario le haga gracia saber que volveremos a estar algunos años sin pagas extras o que incluso nos bajarán el sueldo. A mí muy feliz no me hará, para qué negarlo; pero entiendo que es lo menos que puedo hacer para colaborar de alguna manera a salir adelante como sociedad. Habrá que recordar que para muchos de quienes pasamos por aquí estudiar o trabajar no es sólo algo que hacemos para nosotros mismos, sino como aportación a una gran tarea colectiva que en palabras que siguen guiando mi vida llamamos empresa común. Si toca arrimar el hombro, que nos encuentren codo con codo.

Cuidaos mucho y cuidad de vuestra gente. Se os quiere. 

martes, 19 de abril de 2022

19 de abril de 2020

Buenos días. Qué tarde otra vez, se me ha ido la mañana..

Cuentan que estando un día el general Weyler asomado al balcón de su casa, un criado que le vio de espaldas le confundió con un compañero y le dio un tremendo azote. Weyler se giró alterado y el criado, al darse cuenta de lo que acababa de hacer, intentó excusarse: "¡perdone su excelencia, que le confundí con Juan!", a lo que el general respondió: "pero hombre, ¡es que aunque hubiera sido Juan!"

Buena respuesta, ¿no? ¿Habría estado bien si hubiera sido Juan pero estaba mal porque era el general? Hay una formulación eclesiástica clásica que dice que Dios no hace acepción de personas, lo que viene a significar que no distingue entre unos y otros por ningún criterio previo favorable o desfavorable. Sospecho que una de las peores manifestaciones de nuestra condición humana (quizás de nuestra inhumanidad, pero eso lo dejo para otro día) es la cantidad de veces que hacemos exactamente lo contrario.

Yo a eso lo llamo "asimetría". La misma cosa que me parece supernatural y lógica si la hago yo (o alguien que me gusta) me resulta insoportable si la hace alguien que me cae mal. Y no me refiero a la supuesta neutralidad y no digamos a la pretendida objetividad. La neutralidad entre el bien y el mal no es neutralidad, si acaso miopía moral. Y la objetividad se la dejo a los objetos, mientras sea un sujeto déjame ser subjetivo, que nunca te he ocultado lo que pienso y creo.

Somos asimétricos. Hay a quien le parece bien darle un azote a un criado pero mal dárselo a su señor, como a otros les parecerá bien cascarle al general pero mal cascarle al criado. Me temo que me pasa lo mismo muchas veces, casi seguro demasiadas.

Cuidaos mucho y cuidad de vuestra gente. Se os quiere.

lunes, 18 de abril de 2022

18 de abril de 2020

Buenos días (hoy sin retrasos).

Cuando llegas el primer día a una facultad de Economía te explican dos cosas: 1) que la Economía estudia cómo asignamos recursos escasos a objetivos alternativos ilimitados (a esta definición clásica de lord Robbins si tenías la suerte de que te tocase Ernest como profe se le añadía "con el fin de que el mayor número posible de personas alcancen los niveles de bienestar más altos disponibles"; le mataron unos hijos de puta en el aparcamiento de su casa, pero quedamos unos cuantos que le recordamos y lo repetimos). Y 2) que hay que elegir entre dos fines opuestos (eso en pedantés se dice "hay un trade-off"), la eficiencia y la equidad: sólo puedes conseguir más eficiencia renunciando a alguna cantidad de equidad y sólo puedes conseguir más equidad renunciando a alguna cantidad de eficiencia.

Luego vas avanzando y te encuentras con profes que te ofrecen nuevas definiciones. Me gustan mucho dos: según David Ricardo estudiamos cómo se reparte el producto de una sociedad entre las personas que la forman, y según el gran José García Montalvo la Economía es una rama de la Psicología aplicada que estudia cómo nos comportamos los agentes en función de los incentivos a los que nos enfrentamos.

Y también alguien te cuenta que lo del "trade-off" equidad-eficiencia es una milonga salvo en los extremos: si sólo te preocupa la eficiencia desaparece la equidad y si sólo te preocupa la equidad desaparece la eficiencia. Fuera de los extremos más eficiencia genera equidad (es más fácil repartir si el pastel es más grande) y más equidad genera eficiencia (una sociedad que se percibe más justa funciona mucho mejor).

¿Todo este rollo por qué? Pues porque me toca mucho las narices que siempre planteemos las cosas en términos de "o esto o lo otro". Eso aquí es algo cultural y explica muy bien por qué las cosas casi nunca nos van bien del todo. En las sociedades que funcionan bien no hay ese dilema, porque piensan en términos de "más o menos de esto, más o menos de lo otro". Aquí somos muy del blanco-negro, y se confunde a menudo la búsqueda del acuerdo en la zona del gris con flojera o falta de principios. Y es cabalmente al revés: cuanto más sólidos son mis principios menos me cuesta ceder en cosas que no los comprometen. Sobre todo en la vida.

Cuidaos mucho y cuidad de vuestra gente. Se os quiere.

17 de abril de 2020

Buenos días, buenas tardes ya.

Estaba hace un rato intentando hacer tres cosas a la vez, que es algo que como es bien sabido los tíos no debemos ni intentar (dos ya se nos hace un mundo). He acabado insultando al ratón del ordenador, donde estaba respondiendo un guásap, porque por más que lo movía (incluso a partir de un cierto momento con cierta brusquedad) no veía ninguna reacción en la pantalla… del iPad, con el que intentaba enviar un correo, y todo mientras hablaba por teléfono con una persona que me estaba contando una cosa bastante curiosa.

Al final me he rendido a la evidencia: he terminado la llamada, después he respondido el guásap y luego he enviado el correo. Me he sentido un poco más memo de lo usual y me ha dado por pensar en que si he hecho eso ahora, cuando por mucha faena que tenga no me va a faltar tiempo para hacerla, ¿cuántas veces habré dejado algo a medio hacer, o lo habré hecho como mínimo regular, por no poner suficiente atención en lo que estaba haciendo? Es más: ¿cuántas veces me habré perdido algún momento irrepetible, o quizás una parte especialmente interesante de una conversación, por estar pendiente de cualquier otra cosa?

No sé, me parece que estas semanas, a falta de algo mejor, se nos está ofreciendo la oportunidad de volver a valorar como merecen todas esas cosas que, por tener con facilidad a nuestra disposición habitualmente, las tratamos con la misma indiferencia con la que no damos ninguna importancia a encontrar un volante en el coche.

Y entre esas cosas destacan las que tienen que ver con personas. Ese café de primera hora que tomas con alguien una vez a la semana, ese beso rutinario a tu pareja o tu cachorrada, esa clase que das en modo automático porque después hay una reunión complicada, esa respuesta cortés pero poco sentida a alguien que ha tenido un detalle o ese pajarillo precioso que te mira desde una rama sin que le hagas ni caso.

Voy a intentar que eso no vuelva a pasar. No lo conseguiré porque la tontería no se quita de golpe. Pero intentarlo, vaya que sí.

Cuidaos mucho y cuidad de vuestra gente. Se os quiere.

16 de abril de 2020

Buenos días.

La mañana se ha levantado fría, fea y gris pero, como se dice ahora, en un giro inesperado de los acontecimientos se han ido las nubes, veo un cielo limpio y un sol radiante pinta de color lo que hace unas horas era una escena en blanco y negro.

Hay días que nos levantamos así: fríos, feos y grises. Y cuando la mayoría llevamos un mes sin salir de casa nada más que para lo imprescindible, y no todo el mundo tiene una casa que permita un encierro llevadero, y tenemos noticias que nos rompen el alma, y sentimos incertidumbre sobre qué va a pasar con el empleo o el pequeño negocio en el que nos ganamos la vida (sabéis que no es mi caso, pero creo que tengo la suficiente empatía como para pensar mucho en las personas para las que sí lo es), pues joer. Tampoco se nos puede pedir que todos los días nos levantemos con ganas de reír, cantar y bailar.

En las redes se ven muchas frases de esas en plan profunda reflexión que son basura, pero de vez en cuando pillo alguna que digo, "mira". Hay una que me gusta bastante y que más o menos dice algo así como que si me ves llorar no pienses que soy débil, piensa que igual llevo mucho tiempo siendo fuerte.

Sin justificar dejarnos llevar por la ira, el pánico, el desánimo o la desesperanza, creo que a veces nos exigimos demasiado a nosotros mismos. Es más que comprensible, sobre todo si tienes la valiosa misión de ofrecer seguridad a otras personas pero también si no la tienes, que necesites un respiro, una breve pausa, un día o unas pocas horas en las que te permitas sentir la melancolía, estar un poquito menos jijijajá, aflojar la tensión para recuperar la fuerza que alguien necesita de ti.

Así que cuando eso te pase procura no sentirte mal. Quienes te necesitan te necesitan a tope y para eso está bien que te dejes caer un ratito de vez en cuando. Mucho ánimo.

Cuidaos y cuidad de vuestra gente. Se os quiere.

15 de abril de 2020

Buenos días, buenas tardes ya.

Intentamos el regreso a algo parecido a la normalidad, esta normalidad extraña a la que supongo que ya nos vamos acostumbrando. Hoy he dado cuatro horas de clase (bueno, en realidad dos sesiones de 100 minutos, cada una de ellas de un tirón), y parece que poco a poco vamos cogiendo una cierta comodidad, van preguntando, voy consiguiendo que participen...

Pero no quería hablaros de esto. Resulta que ahora hago lo mismo que es habitual: pongo el móvil en silencio pero lo tengo al lado. Y mientras estaba dando la clase de la mañana me ha entrado una llamada muy especial. No la he cogido, pero en cuanto he terminado he devuelto una llamada.
Es un viejo y gran amigo, al que debe de hacer algo así como ocho años que no veo, y que ciertamente es de los pocos de entonces que no me llama menos de dos veces al año, pero que ahora llevaba bastante tiempo sin hacerlo. Parece que ha visto algo que le ha hecho pensar en mí y ha decidido marcar mi número. Siempre es una alegría hablar con él, y es una de esas personas con las que puedo charlar y charlar sin que me pase el tiempo. Son llamadas que van mucho más allá del hola-quétal-cómoestás-bien-yvosotrosquétal. Hemos compartido y seguimos compartiendo muchas cosas.

Tú que me estás leyendo, ¿cuánto tiempo hace que no llamas a aquella persona con la que tienes tantos recuerdos comunes? Pero no para contarle algo que te ha pasado o para qué se yo, felicitarle o darle apoyo en un mal momento, no. Cuánto hace que no le llamas porque sí, sin más razón que las simples ganas de hablar de todo y de nada, de escuchar su voz. Los guásaps van muy bien, eso es así, pero no sustituyen a una buena conversación.

Yo hoy ya he hablado todo lo que he de hablar, y mañana tengo cuatro horas de máster. Pero pasado he decidido que voy a aprovechar la tarifa plana. Si no es ahora, ¿cuándo?

Cuidaos mucho y cuidad de vuestra gente. Se os quiere.

jueves, 14 de abril de 2022

14 de abril de 2020

Buenos días, buenas tardes ya.

Hoy acaban aquí las vacaciones y se hace raro seguir en casa. Sobre todo estar trabajando, desde casa. Para quienes nos dedicamos a la enseñanza en cualquier nivel, es una necesidad el contacto con la gente a la que tratamos de ayudar a aprender. Sí, claro, hay materiales para que se los curren por su cuenta, trabajos que se hacen individualmente o en equipo en los que nuestro papel es orientar, acompañar...

Pero la clase es la clase. Cada cuál la da como mejor le va: hay quien baja con unos apuntes detalladísimos, hay (sí, todavía hay) quien dicta, hay quien tira de pogüerpóins y demás... El objetivo siempre es el mismo, sea como sea: cada cual busca la manera más eficaz, poniendo lo mejor de sí para transmitir no tanto el conocimiento en sí, sino las ganas de tenerlo.

Yo soy muy de pizarra y de moverme mucho. Bajo a clase con una especie de chuletas DINA5 en las que llevo garabateados unos esquemas muy escuetos, los voy poniendo en la pizarra (una hermosa pizarra blanca de 8 m de largo por 2 de alto) y a partir de ahí voy de aquí para allá hablando mientras camino, preguntando a este o aquella, improvisando votaciones a mano alzada o discusiones sobre lo que explico, cantando una estrofa de una canción que recuerda al asunto del día, contando alguna anécdota, pidiendo que alguien refresque un concepto que estoy usando y que conocen de algún curso anterior o poniendo al vuelo en la pizarra una referencia que viene al caso.

Creo que lo pasan bien, yo desde luego pipa, y cuando eso pasa aprenden seguro y, más importante, notan que saben un montón. Que ya es triste que una gente a la que le faltan dos cuatrimestres para acabar siga con esa horrible y falsa sensación de no tener ni idea.

Todo eso ahora tururú. Les echo de menos, y doy por bien empleada toda la faena de prepararme las clases para dárselas desde aquí. Pero no es igual, qué leches va a ser igual. La docencia no deja de ser una forma de teatro. Y el teatro, sin público, es como un coronel sin regimiento.

Cuidaos mucho y cuidad de vuestra gente. Se os quiere.

13 de abril de 2020

Buenos días, buenas tardes ya.

Hoy es Lunes de Pascua. Aquí en la esquina donde vivo es un día de celebración muy especial. Los padrinos llevan la mona y todo eso. Las tradiciones, que en muchos casos sirven para darnos una oportunidad de decirnos cosas que siempre sentimos pero que, por algún estúpido pudor, nos cuesta expresar con palabras.

Además es 13 de abril. También era 13 de abril el lunes de Pascua de 1998, que es el día que nació Fernando. Seguramente de vez en cuando todo el mundo se pregunta para qué está en el mundo. Es muy probable que Fernando nunca se haga esa pregunta, ni muchas otras. Pero no hace falta. Por aquí pasa mucha gente que le conoce y todos lo sabemos: Fernando está en el mundo para hacernos felices y para ayudarnos a ser mejores. Yo eso lo veo todos los días: es imposible estar de mal humor si está Fernando, ni enfadarse con él, ni que te dure más de unos pocos segundos la mala cara.

Hasta cuando la tristeza se nos cruza por delante, y llevamos unas cuantas, se vive de otra manera cuando él te pone la mano en el hombro y pega su cabeza a la tuya. Y si un día piensas "no puedo" te acuerdas de que no iba a hablar y habla, de que no iba a caminar y es un tragamillas, de que nunca sabría atarse los zapatos y aprendió él solo a hacerlo, de que le iba a costar relacionarse y le has visto poner a cantar y bailar a un comedor de 100 personas.

La verdad es que me he levantado con cierta melancolía. El tiempo no acompaña, y la situación es la que es, así que me preocupaba como podría hacer que este día fuera un poco especial. Preocupación perfectamente tonta, porque entre la alegría de él y la imaginación de su hermana (algún día hemos de hablar un poco de ella) con dos tonterías hemos montado una gorda.

Si queréis felicitarle hacedlo, yo se lo contaré. Pero al que de verdad hay que felicitar es a mí porque, creedme, ser el padre de un chaval así es un auténtico regalo de la vida, un privilegio y una suerte por la que nunca daré suficientemente las gracias.

Cuidaos mucho y cuidad de vuestra gente. Se os quiere.

martes, 12 de abril de 2022

12 de abril de 2020

Buenos días, tardes ya.

Cuesta decir cosas positivas cuando la tristeza te tiene atravesada el alma. He de intentarlo, seguramente, porque a lo mejor encuentro dentro de mí algo que pueda hacer que alguien sienta cosas buenas.

Hay personas que pasan por la vida haciendo el bien allí donde van. Personas que a lo mejor son de pocas palabras pero de hechos grandes, no en el sentido de gestas heroicas sino en el de que sin darse cuenta, de una manera natural, tienen continuamente esa manera de estar que crea a su alrededor una sensación de calidez, de bienestar, y gozan de esa fuerza que les permite no estar nunca de mal humor ni tener nunca una mala palabra para nadie. Y que son sembradores de bondad, porque cuando estás al lado de una persona así hasta los que, como yo, somos bichos de la peor especie, parece que hallemos en ellos un modelo a intentar imitar.

Son personas que, por usar palabras muy sabias de otro queridísimo amigo, han hecho de la amistad una verdadera religión. Y la ofrecen de la única manera que tiene sentido ofrecer las cosas: sin pedir ni esperar nada a cambio, porque sí. De esas que no te quieren porque haya algo en ti que merezca ser querido, apañados estaríamos algunos, sino porque quererte forma parte de su misma esencia. Que nunca tienen un no para nadie sencillamente porque no hay en ellos ninguna razón suficientemente importante para negarle nada a nadie. Y que si alguna vez algo no les parece bien (porque nada más lejos de su autenticidad que la pusilanimidad) siempre saben expresarlo de la manera más acertada, que es la que no da lugar a que nadie pueda sentir la menor molestia ni alusión personal negativa.

Hoy estamos empezando a tomar conciencia de que hemos perdido a una de esas personas. De asumir, como dice el título de un gran libro, la ridícula idea de no volver a verle. Muchos le hemos llorado y seguro que volveremos a hacerlo. Pero también para muchos hoy es el día que se hace realidad una inmensa promesa, y podemos encontrar un poco de luz en la esperanza de que algún día, más allá del tiempo, podremos volver a abrazar a aquel hombre de mirada buena y sonrisa perpetua.

Cuidaos mucho y cuidad de vuestra gente. Se os quiere.

11 de abril de 2020

Buenos días.

Intento en estas parrafadas matinales dar ánimo, provocar un poquito la reflexión a partir de la mía propia... Unos días lo consigo y otros no. Como en cualquier otra cosa que intente.

Me ha sido relativamente posible hablar de lo que nos está pasando de una manera muy desde dentro pero a la vez despersonalizada. Pensando en todo el mundo pero en nadie en concreto.

Hoy lo siento pero no puedo. Muchos de quienes pasáis por aquí sabéis por qué, y a quienes no lo sepáis tampoco os hace falta saberlo y seguro que lo respetáis.

Sólo os pido que me acompañéis con un pensamiento, una oración o lo que a cada uno le salga de lo más íntimo y le sirva para mantener encendida la luz de una esperanza, como esa vela que cada noche pone en su muro una queridísima amiga y que ayer, por primera vez, iba dirigida a una de las personas más buenas y generosas que he conocido en toda mi vida.

Y que en este momento necesita toda la esperanza que seamos capaces de ofrecerle.

Por favor, cuidaos mucho y cuidad de vuestra gente. De verdad que se os quiere.

10 de abril de 2022

Buenos días.

Estos días pienso mucho en tantas personas que llevan todo el año esperando la Semana Santa para culminar un esfuerzo inmenso saliendo a las calles con sus cofradías y bandas, o sencillamente a participar de una manera u otra en las celebraciones cuaresmales y pascuales. Os envío mi recuerdo más cariñoso, y os brindo este verso de Kipling que a lo mejor os reconforta de alguna manera:

"Si vuelves al comienzo de la obra perdida
aunque esta obra sea la de toda tu vida..."

Volveréis a las calles, a llenarlas de vida, música y fe. Mucho ánimo y arriba los espíritus.
Son días para muchos de contrición. De mirar hacia dentro y preguntarnos por nuestras debilidades, nuestros malos momentos, esas veces en las que hubiera sido mejor hacer o decir algo distinto de lo que hicimos o dijimos, o simplemente no hacerlo o decirlo.

Recordamos a aquella chica o aquel chico al que no nos atrevimos a decirle lo que nos inspiraba, aquella propuesta que rechazamos, aquella discusión en la que nos dejamos llevar por el calor y dijimos cosas que seguramente causaron dolor, aquella vez que alguien mereció nuestro aplauso y quizá por pura desidia no se lo ofrecimos... No hay gran diferencia entre el arrepentimiento por la acción y por la omisión: los dos nos llevan a sentir que una conducta diferente habría tenido un resultado mejor.

En mi memoria guardo gran cantidad de oportunidades perdidas, tanto de hablar como de callar, tanto de hacer como de no hacer. Tengo el genio vivo, como bien sabéis. Dentro de mí vive una mala bestia a la que la mayor parte del tiempo controlo bastante, pero por desgracia algunas veces se me escapa, quizá porque en realidad se parece mucho más a lo que soy que a lo que me gustaría (y me esfuerzo para) ser. Lo cierto es que siempre acabo lamentándolo.

Una vez leí un artículo-resumen de un curioso proyecto de investigación, titulado "Apology and forgiveness evolve to resolve failures in cooperative agreements" (ya veis a qué cosas nos dedicamos en mi gremio). A partir de un montón de experimentos reales sobre una variante sofisticada del dilema del prisionero, los autores llegan entre otras a una conclusión que me interesa: cuando en las relaciones sociales se producen comportamientos que rompen los acuerdos implícitos o explícitos, ante la opción entre venganza o perdón la estrategia dominante (así se llama en teoría de juegos a la que resulta más beneficiosa) para todo el mundo individualmente y en conjunto es el perdón, con una sola condición: que se produzca una disculpa y que esa disculpa sea percibida como sincera.

Si alguna vez, queriendo o sin querer, te he hecho daño (y la probabilidad es alta), quiero que sepas que lo siento, y que lo siento de verdad.

Cuidaos mucho y cuidad de vuestra gente. Se os quiere.