sábado, 30 de mayo de 2015
CABEZA DE CORDERO AL HORNO
Hay platos que a uno le devuelven casi a la infancia. En casa, de pequeños, cuando había cabezas de cordero era día de celebración. Puede hacer perfectamente 30 años que no las comía, y no tengo reparo en confesar que ha sido un feliz reencuentro.
Las cabezas de cordero sólo las vais a encontrar en la casquería, y no en todas. Como tantas cosas, yo las compro en makro, donde vienen partidas por la mitad y envueltas al vacío. Me han parecido algo más pequeñas que las que recordaba, pero igual es que me falla la memoria. En todo caso, la ración por persona es de dos medias cabezas, si se tiene mucho saque tres.
Lo mejor de las cabezas, después de comérselas, es lo fácil que es hacerlas. Tanto que no da ni para hacer un par de fotos. Y esta manera de cocinar os vale prácticamente para cualquier pieza de ovino o caprino con hueso que queráis hacer al horno.
Primero, horno caliente a unos 175º. Mientras se va calentando, pintamos las medias cabezas con buen aceite, y las salpimentamos bien por las dos caras. Siempre pimienta de molinillo, salad sin miedo y en cuanto a la pimienta, al gusto, sin miedo pero sin pasarse.
Cuando el horno está bien caliente las ponemos en una bandeja con la parte del corte hacia arriba y las metemos. Lo hacemos así porque dentro del cráneo están las partes blandas y nos interesa que se hagan las primeras. Marcamos media hora y a pasear. Pasada la media hora hay que darles la vuelta, con cuidado para que no se salgan las partes blandas, sobre todo los sesos. Marcamos otra media hora y preparamos una buena cantidad de perejil fresco y ajo picados muy finos.
Cuando suene el timbre ponemos ajo y perejil abundante por la cara de las cabezas que está arriba, y otra vez 15 minutos de horno. Giramos otra vez las cabezas, ponemos ajo y perejil por el otro lado y 15 minutos más.
Esto se come recién salido del horno. Veréis que en la bandeja queda un poco pegado de ajo y perejil tostadido. Raspadlo, ponedlo en un trozo de pan y ya me contaréis. Todo el plato muy sabroso y se come a lo troglodita, con las manos, menos los sesos que se merecen un respeto.
(Y hablando de respeto. En casa todos guardábamos los ojos para que se los comiera papá. Yo esta vez me acerqué a la foto de él que tengo en el comedor, brindé con él levantando una copa de tinto de Navarra y le pedí permiso para comérmelos yo.)
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Se come a lo troglodita, sin duda. Y que placer!. Los sesos tienen natural tendencia a huir de su refugio natural, y esparcirse por la bandeja del horno. No pasa nada. Se recogen a cucharilla. Lo mejor? el maxilar inferior y, desde luego, la cavidad orbitaria o cuenca ocular. Alabo el gusto de tu padre.
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