Buenos días.
¿Cómo estáis? No sé si os pasará lo mismo que a mí. Estoy un poco hasta las narices (seamos comedidos) de este encierro, pero a la vez estoy aprovechando para volver a descubrir el valor de ciertas cosas que a lo mejor en la vida normal se me habían escapado.
Por ejemplo, estoy dándole mucho más valor a la amistad. Quienes me conocen desde hace más tiempo saben que tiendo a ser cariñoso, soy mucho de besos y abrazos y tal. Y si alguien me dice que mejor no por supuesto que me modero, pero me cuesta.
Estos días estoy reencontrándome con el sentido profundo de la amistad. Para mí un amigo de verdad es un hermano elegido. Ojo que a mis hermanos de sangre les quiero hasta la adoración, eso es así. Pero mis amigos son hermanos elegidos. Los tengo de todos los colores y de todas las procedencias. Incluso en esta cosa he conocido a personas a las que nunca he visto en persona y que sé que el día que nos veamos nos saldrá de dentro un abrazo.
Con mis hermanos discutimos mucho. Somos un huevo de gente (y si ya sumamos parejas, hijos ya mayorcitos pues ni os cuento). Lo hacemos como lo hacen los hermanos y más allá, porque como dice el Loco, para qué discutir pudiendo pelear.
Aquí de vez en cuando la liamos también. Siempre que pasa eso pienso, y a veces lo escribo, que sólo es otra forma de decirnos que nos echamos de menos. No sé a cuántos os pasa, pero a mí sí: os echo muchísimo de menos, a cada cual de la manera que nació y creció nuestra amistad. Y tengo ganas de repetir estas broncas sentaditos a una mesa para que todas acaben siempre con risas.
Cuidaos mucho y cuidad a vuestra gente. Se os quiere.
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