domingo, 26 de agosto de 2018

MEJILLONES EN ESCABECHE


Que claro que sí, que los mejillones en escabeche son una de las maravillas de nuestra fantástica industria conservera. Pero... ¿se pueden hacer en casa? Se pueden hacer en casa, es muuuuy fácil y salen muy buenos. Sólo hacen falta los mejillones, aceite, vinagre, ajos, laurel y pimentón dulce.

Yo los mejillones los compro hervidos y congelados. Vienen limpitos y está muy bien, que todo el mundo tiene derecho a ganarse la vida. Normalmente son de Chile y seguro que no están tan buenos como los de nuestras Rias Baixas, pero oye, tampoco somos taaaan exquisitos. He usado 1,5 kilos de mejillones de estos, que no es mucho porque vienen con media concha y menguan mucho. Lo primero que he hecho ha sido ponerlos en una sartén a fuego medio y tapados, para que cogieran un poco de temperatura y soltasen su jugo, que después usaremos.


Cuando los mejillones estén calientes los sacáis de la sartén, separáis la carne de la concha y la guardáis en un recipiente tipo bol, y coláis en otro recipiente el jugo que han soltado.

En la misma sartén ponéis el aceite. Yo uso como unidad de medida un vaso de yogur de los de vidrio. Pues hoy he puesto un vaso y casi medio. Lo empezáis a calentar y echáis tres o cuatro hojas de laurel y tres o cuatro ajos chafados (ya sabéis, ponéis encima la hoja del cuchillo y apretáis) y sin pelar.


Vamos a darle calor a esto hasta que los ajos estén un poco más que dorados, a esas alturas el aceite ya habrá cogido todo el aroma de los ajos y el laurel. Una cosa así:


Ya casi estamos. Lo apartamos del fuego y echamos la misma medida de vinagre (repito, esta vez algo menos de un vaso y medio de yogur), con cuidado porque al echar el vinagre frío en el aceite caliente puede saltar un poco. Movéis la sartén en círculos para que el aceite y el vinagre se mezclen bien y enseguida echáis una cuchara de postre de pimentón dulce y removéis bien. Queda algo así:


Volcáis este mejunje en el bol donde están los mejillones y añadís poco a poco el jugo de mejillón que teníais guardado, hasta que la mezcla tenga el sabor a vuestro gusto.

Eso sí, ahora paciencia: no vayáis a comerlos antes de que pasen unas 24 horas, porque entonces no les daréis tiempo a coger sabor. Por cuatro chavos vais a tener unos mejillones riquísimos que os podéis comer como os dé la gana, claro: en plan aperitivo, en bocata o a cucharadas. Pero si no se os ocurre nada, simplemente con un poco de arroz blanco cocido al dente vais a flipar.



sábado, 25 de agosto de 2018

TARTA DE LECHE CON CANELA


Cuando éramos pequeñajos una de las delicias del verano era la leche con canela. Que la verdad, no tiene nada: leche, canela, azúcar y frío. Pero mamá preparaba casi a diario una jarra enorme que se guardaba en la nevera y era una merienda de dioses. Hoy me he acordado de la leche con canela, no preguntéis por qué, y se me ha ocurrido que sería chulo convertirla en tarta. Y me he puesto a ello. Por cierto, es súper fácil de hacer.

Vais a necesitar para la base una pasta brisa redonda de esas que venden congeladas, que habréis sacado del congelador a la nevera dos días antes (hay que tener siempre en el congelador un par de estas, otro par de las de hojaldre y otro par de las de empanada, por lo menos), y que sacaréis de la nevera al menos una hora antes de preparar la tarta. La pasta brisa es chula, para estas cosas, porque es ligerita y bastante suave de sabor. Para el relleno cogéis medio litro de leche entera (qué nata ni nata: le-che), 50 gramos de maizena, 100 gramos de azúcar, las yemas de cuatro huevos y una cucharada de postre de canela en polvo. Y un molde, claro.

Empezamos por calentar el horno a 220º, por arriba y por abajo y si tiene ventilador con ventilador. Mientras tanto preparamos el relleno poniendo en una cazuela casi toda la leche, el azúcar y la cucharada de canela. Fuego medio 4/9 y varilla para que se disuelva bien el azúcar, y dejamos que vaya cogiendo calor.


Mientras tanto ponemos las yemas de huevo en un bol y las rompemos.


Añadimos la maizena y le damos varilla con ganas, para que se bata junto con los huevos y no queden grumos. Algo así, pero meneando el metal.


Nos ayudaremos añadiendo poco a poco el "casi" de leche que no hemos puesto a infusionar con la canela y el azúcar. Dale que te pego hasta que quede un líquido bien homogéneo.


Mientras hacemos esto la leche de la olla habrá ido cogiendo calor. La ayudáis a que llegue a hervir y la sacáis del fuego. Y entonces poco a poco y dándole fuerte a la varilla mezcláis el preparado de huevo con la leche caliente. Pero dadle, porque si no se os cuajará el huevo y se acabó la fiesta. Cuando esté bien mezclado lo dejamos reposar mientras nos ocupamos de la base.

Sacamos la pasta brisa del paquete y la colocamos en el molde. SI tenéis un molde de silicona (que es lo suyo), separadla del papel y colocadla directamente. Si el molde es de vidrio o cualquier otra cosa tendréis que ponerla con el papel. No os preocupéis si no queda perfecto. De hecho, es mejor que no quede perfecto ¿no? Es una tarta casera, digo yo.


Ahora tenéis dos opciones: pincháis con el tenedor el fondo de la masa o le ponéis algo encima. Como por ejemplo, otro molde de silicona. 


Ahora todo esto al horno, que ya estará caliente y además lo vais a bajar a 200º. Lo sacamos al cabo de 5-7 minutos, porque no queremos que se cueza del todo, sólo que se medio cueza.


¿Veis? Aquí yo ahora puedo echar lo que me dé la gana. Una lata de atún, acelgas, lo que os pete. En este caso, con mucho cuidado y un cucharón sopero vamos a echar el líquido que tenemos en la olla.


Que es líquido, totalmente líquido, parece café con leche. Echad sin miedo, tanto como os permita la altura del borde de la masa. Porque resulta que lo primero que pasará en cuanto metáis esto en el horno es que se cuajará la superficie y formará una burbuja y de ahí ya no sale nada. De hecho de entrada no he podido poner todo el líquido, no cabía. Pero después de haber cuajado el relleno (y de pinchar una burbuja que ocupaba toda la tarta) he podido añadir el resto encima.

Bueno, pues eso: lo metéis en el horno 20 minutos y a ver qué tal. Normalmente pasado ese tiempo veréis la tarta con la burbuja que os he dicho (maldita sea, no he pensado en hacerle foto), la pincháis con la punta de un cuchillo y comprobáis que lo que hay debajo está bien cuajado, que lo estará. Si os ha pasado como a mí volvéis a añadir líquido y en cosa de 5 minutos más volveréis a tener la burbuja y todo cuajado.


Y ya está. Esas arrugas que veis son por la burbuja. Pero no están blanditas, no, están bien cuajadas. Si os gusta que se tueste un poco la podéis dejar un poco más en el horno, pero no os paséis. Ya sólo falta esperar a que se enfríe y pasarla a una bandeja... ¡Y comérsela!



domingo, 19 de agosto de 2018

BONITO EN SALSA DE TOMATE


Estamos en temporada de bonito. El bonito es un pez de la familia del atún, pero para mi gusto de carne mucho más sabrosa y tierna. Una maravilla que ahora en verano está de temporada y tiene esta pinta:


Este que veis aquí ha pesado algo más de 5 kilos. Y me lo he llevado entero a casa, primero porque no me digáis que no es precioso, y segundo porque comprado a trozos es bastante más caro (a 8,95, para ser exactos). Pedidle a la persona que os atienda que os lo corte en lomos, os saldrán cuatro piezas estupendas. Que os envuelvan aparte la ventresca, que ya os contaré otro día la manera de hacerla que me gusta más. Y por supuesto, quedaos con la cabeza y la espina: con media cabeza y media espina os sale caldo para hacer fideuà para 8 personas, y las mitades restantes se congelan para la siguiente vez. Llegaréis a casa con la espina, la cabeza, la ventresca y dos bandejas como esta:


Con esta bandeja os sale bonito para 6 personas si es en plan "una ensaladita y plato único". Lo primero que vamos a hacer es coger todo esto, que es un lomo, y quitarle la piel. El bonito no tiene escamas, pero una parte de la piel, la más cercana a la cabeza, es dura como una suela de cuero. Así que con un cuchillo muy afilado quitáis esa parte de la piel, el resto no hace falta. Después vamos a cortar las piezas en rodajas anchas, como el pulgar o así, y las salamos sin miedo por una cara:


Tenemos a punto una sartén con un suspiro de aceite bien caliente, le bajamos el fuego al 7/9 y ponemos en ella las rodajas con la parte salada hacia abajo, para poder salar la otra cara, que nos queda, claro, arriba.


Os diría que lo dejaseis sólo un par de minutos, pero con el coñazo del anisakis necesitáis que quede cocido hasta el centro (para estar seguros de que toda la pieza ha llegado a los 60º), así que estáis atentos y cuando veáis que el color rojo se ha convertido en marroncito claro hasta media altura de las rodajas les dais la vuelta.


Repetimos el proceso y cuando estemos satisfechos con la cocción vaciamos toda la sartén en un plato o bandeja. Uy, qué cosa más rara ¿no? Pues no. Lo vais a tener que hacer en dos tandas (a no ser que tengáis una sartén inmensa), y la primera tanda os deja la sartén llena de jugos del bonito. Esos jugos ahí no pintan nada y harán que en vez de freírse la segunda ronda se cueza, ueeecs, qué mal. Pero si los recogemos en la bandeja haremos algo con ellos después, ya veréis. Seguís friendo de la misma manera hasta que se os acaba el bonito.


Bien ¿no? Ahora tendría que explicar la salsa de tomate. ¿De verdad? Venga ya, hombre. Vaaale. Pues nada, cebolla picada muy fina, ajo en láminas casi transparentes (se desharán), una hoja de laurel (yo lo prefiero fresco, pero es que lo tengo ahí al lado) y pochar hasta que esté la cebolla transparente empezando a dorarse y el ajo prácticamente disuelto. Ahora echáis un tetrabrik de tomate frito (de este sencillito del híper, no os liéis)... y todo el jugo de bonito que tenéis en la bandeja de antes (ya veréis qué sabor le da al tomate). Removéis, mezcláis todo y dejáis hacer chup chup hasta que parezca una especie de mermelada. Podéis añadir un vasito de vino blanco seco, y que se evapore. De la salsa no pongo fotos porque sería ofenderos, y aunque soy faltón por naturaleza hoy no apetece.

Cuando consideréis que la salsa está a vuestro gusto añadís las rodajas de bonito de manera que queden casi cubiertas, así:


Ahora vais a subir el fuego hasta ese nivel de plop... plop, ya sabéis, como que está queriendo hervir pero no acaba de poder. Y me lo tenéis así mínimo diez minutos, dando la vuelta a las rodajas a mitad del tiempo. Y ya está. Lo dejáis enfriar tranquilamente, lo cubrís y esperáis al menos 24 horas antes de volver a calentarlo para comerlo.

Queda así, y está muy muy rico.