sábado, 12 de noviembre de 2016

PASTA CON GAMBAS Y ESPINACAS


Esto es muy fácil de hacer y está realmente bueno. Es una mezcla de sabores muy interesante y os sorprenderá que a los chavales les va a encantar. Para cuatro personas necesitáis aceite de oliva, 50 gramos de mantequilla, 360 gramos de pasta (lo que más le pega es cinta fresca, pero no tenía y con los macarrones queda muy bien), 300 gramos de colas de gamba (hay que descongelarlas por lo menos 24 horas antes y dejarlas escurrir bien), 150 gramos de tiras de bacon (con taquitos de jamón serrano seguro que también estará buenísimo), 300 gramos de espinacas frescas (de las de bolsa, que salen estupendas), 5 cucharadas soperas de queso tipo parmesano en polvo, 1 cucharada sopera de alcaparras y 0,3 litros de leche.

Preparáis la pasta como siempre, echándola en agua hirviendo fuerte y añadiendo la sal después. La hervís 8 minutos para que quede al dente (si es pasta fresca bastará con 4 minutos o lo que indique el envase), e inmediatamente la escurrís y la remojáis abundantemente en agua fresca para que se pare la cocción y quede suelta.

Mientras tanto, en una sartén ponéis la mantequilla y un chorro de aceite, calentáis y cuando la mantequilla esté fundida la mezcláis bien con el aceite y subís el fuego hasta que coja temperatura para freír. Cuando esté a punto echáis las colas de gamba, bien escurridas y removiendo todo el rato les dais un susto.


Veréis que enseguida empiezan a soltar agua. Hay que sacarlas rápidamente porque enseguida se ponen duras. Dejad el fuego vivo para que evapore el agua y cuando se haya ido echáis en la sartén las tiras de bacon (o los taquitos de jamón, o las dos cosas si las tenéis) y las doráis.


Cuando estén listas volvéis a añadir las colas de gamba, mezcláis y añadís las hojas de espinaca.


Removéis un poco para que se junte todo, tapáis y bajáis el fuego. Las espinacas se irán ablandando y dejarán ir un poco de agua, pero no pasa nada. Hay que remover de vez en cuando, y al cabo de un rato tendréis todo bastante conjuntado.


Ahora hay que añadir la leche y remover. A fuego medio la cosa se va a ir espesando. Es el momento de incorporar el queso rallado y las alcaparras y remover.


En cuanto el mejunje tenga la consistencia adecuada, ni muy líquido ni muy espeso, digamos untuoso, ya está. Ponéis la pasta en una cazuela, la pringáis bien con lo de la sartén y directamente al plato. Y como siempre, ya me lo contaréis.


miércoles, 14 de septiembre de 2016

RATATOUILLE AL ESTILO DE "RATATOUILLE"


Todos habéis visto la peli, que me parece increíblemente buena. Casi al final el crítico Anton Ego acude al restaurante con el ánimo sombrío de siempre y ganas de machacar a saco. Pero le preparan una versión depurada de un clásico, el ratatouille, y el hombre tiene un retorno a la infancia y cambia de carácter para siempre. El ratatouille es la versión francesa de ese guiso universal que aquí llamamos pisto, sanfaina, en fin, unas hortalizas guisadas juntas con algún tipo de salsa que les dé cohesión y eso. Normalmente las hortalizas se cortan a tacos y se fríen a fuego lento.


Pero la peli ofrece otra posibilidad muy interesante, que es la que os voy a contar. Sólo necesitáis un par de calabacines de esos alargados, un par de berenjenas del mismo tamaño y un par de tomates, sal, aceite, alguna hierba, pimienta blanca y aceite. También vais a necesitar salsa de la que os explico en la receta de la terrina de cerdo y ternera, aquí:
http://alexestruch.blogspot.com.es/2016/09/terrina-de-cerdo-y-ternera.html

Lo primero va a ser encender el horno a 180º. Mientras se calienta vamos a cortar las hortalizas en rodajas como de 3 mm o así. Yo lo hago con un cuchillo de esos grandes muy afilados, pero si tenéis una mandolina os será más fácil.


Una vez cortadas, sabiendo que tenemos el mismo número de rodajas de cada una de ellas, las ponemos alternadas en una bandeja para horno, de fuera hacia dentro. Como veréis me sobraron algunas rodajitas pequeñas de berenjena y las puse también.


Queda mono, ¿no? Ya se ve que he echado un chorrito de aceite. También he puesto sal, pimienta blanca y cilantro, que es una hierba a la que me estoy aficionando. Todo ello con alegría pero sin pasarse, claro. Seguidamente hay que tapar lo mejor que se pueda con papel de plata y meterlo en el horno, ya caliente, a media altura.


Lo vamos a dejar en el horno una hora, sí, sesenta minutazos. Pasado este tiempo estará todo cocido, pero lo vamos a destapar y lo vamos a dejar media hora más para que se dore un poco. Queda así:


Bonito, no digáis que no. En realidad esto ya estaría para comerlo. Pero veréis. En la peli el plato tiene este aspecto:


Recordad que ni siquiera es una foto, es un dibujo, así que ni en tres vidas os va a quedar así. Pero podemos intentar acercarnos. Cogemos con una espátula unos cuantos ciclos (un ciclo es un trío de rodajas diferentes), en este caso cuatro ciclos, los colocamos en el plato intentando hacer un círculo y le añadimos la salsa. Vale, no pongáis tanta salsa si no queréis, pero pensad que nosotros no la ponemos para rellenar un plato semivacío, la ponemos porque está muy buena. Sale así:


Ya os he dicho que no esperéis que os quede como un dibujo, ¿no? En la receta original va con una especie de vinagreta ligera, aceite y vinagre por mitades y algún hierbajo. Pero a mí se me ha ocurrido que le quedaban de cine unas virutas de parmesano. En realidad es grana padano, que es el parmesano de los pobres porque sabe casi igual y cuesta menos de la mitad. Y el resultado final es esto que veréis aquí abajo:


Y ya me lo contaréis.

RATATOUILLE AL ESTILO DE "RATATOUILLE"


Todos habéis visto la peli, que me parece increíblemente buena. Casi al final el crítico Anton Ego acude al restaurante con el ánimo sombrío de siempre y ganas de machacar a saco. Pero le preparan una versión depurada de un clásico, el ratatouille, y el hombre tiene un retorno a la infancia y cambia de carácter para siempre. El ratatouille es la versión francesa de ese guiso universal que aquí llamamos pisto, sanfaina, en fin, unas hortalizas guisadas juntas con algún tipo de salsa que les dé cohesión y eso. Normalmente las hortalizas se cortan a tacos y se fríen a fuego lento, pero la peli ofrece otra posibilidad muy interesante, que es la que os voy a contar.

Sólo necesitáis un par de calabacines de esos alargados, un par de berenjenas del mismo tamaño y un par de tomates, sal, aceite, alguna hierba, pimienta blanca y aceite. También vais a necesitar salsa de la que os explico en la receta de la terrina de cerdo y ternera, aquí:
http://alexestruch.blogspot.com.es/2016/09/terrina-de-cerdo-y-ternera.html

Lo primero va a ser encender el horno a 180º. Mientras se calienta vamos a cortar las hortalizas en rodajas como de 3 mm o así. Yo lo hago con un cuchillo de esos grandes muy afilados, pero si tenéis una mandolina os será más fácil.


Una vez cortadas, sabiendo que tenemos el mismo número de rodajas de cada una de ellas, las ponemos alternadas en una bandeja para horno, de fuera hacia dentro. Como veréis me sobraron algunas rodajitas pequeñas de berenjena y las puse también.


Queda mono, ¿no? Ya se ve que he echado un chorrito de aceite. También he puesto sal, pimienta blanca y cilantro, que es una hierba a la que me estoy aficionando. Todo ello con alegría pero sin pasarse, claro. Seguidamente hay que tapar lo mejor que se pueda con papel de plata y meterlo en el horno, ya caliente, a media altura.


Lo vamos a dejar en el horno una hora, sí, sesenta minutazos. Pasado este tiempo estará todo cocido, pero lo vamos a destapar y lo vamos a dejar media hora más para que se dore un poco. Queda así:


Bonito, no digáis que no. En realidad esto ya estaría para comerlo. Pero veréis. En la peli el plato tiene este aspecto:


Recordad que ni siquiera es una foto, es un dibujo, así que ni en tres vidas os va a quedar así. Pero podemos intentar acercarnos. Cogemos con una espátula unos cuantos ciclos (un ciclo es un trío de rodajas diferentes), en este caso cuatro ciclos, los colocamos en el plato intentando hacer un círculo y le añadimos la salsa. Vale, no pongáis tanta salsa si no queréis, pero pensad que nosotros no la ponemos para rellenar un plato semivacío, la ponemos porque está muy buena. Sale así:


Ya os he dicho que no esperéis que os quede como un dibujo, ¿no? En la receta original va con una especie de vinagreta ligera, aceite y vinagre por mitades y algún hierbajo. Pero a mí se me ha ocurrido que le quedaban de cine unas virutas de parmesano. En realidad es grana padano, que es el parmesano de los pobres porque sabe casi igual y cuesta menos de la mitad. Y el resultado final es esto que veréis aquí abajo:


Y ya me lo contaréis.

TERRINA DE CERDO Y TERNERA


Esto es muy muy fácil de hacer y queda buenísimo. Hombre, no como esas terrinas maravillosas que me traigo de vez en cuando de Francia, pero realmente muy bueno. Y para hacerlo sólo he usado 800 gramos de carne picada mitad cerdo mitad ternera, 200 gramos de cansalada, 300 de lomo de cerdo, sal, pimienta blanca, cilantro, y laurel para la terrina en sí, y unas cuantas rodajas de calabacín, la misma cantidad de berenjena, el doble de cantidad de tomate verde y unos 100 mililitros de salsa de tomate. La va muy bien si podéis añadir unos 200 gramos de hígado, pero yo no tenía a mano y no lo he puesto, y supongo que se podría resolver con una lata de lo que aquí llamamos paté pero me ha parecido un poco guarro y no lo he hecho.

Lo primero es encender el horno por arriba y por abajo a 160º. Mientras se calienta ponéis la carne picada en un bol, picáis en tacos bien pequeños el lomo y la cansalada (y el hígado si tenéis), añadís sal, pimienta blanca, cilantro fresco y un par de hojas de laurel fresco,las hierbas picadas muy muy finas. Metéis las manos y mezcláis todo amasando con ganas. Después lo ponéis en un molde de los alargados, metéis el molde en una bandeja para horno de las profundas, añadís en esa bandeja agua más o menos hasta la mitad de la altura del molde y lo metéis en el horno.

Lo vamos a tener en el horno una hora, de manera que se hará lentamente al baño María, que es una forma estupenda de hacer este tipo de cosas porque al ser una cocción lenta los sabores se van mezclando.


Para la salsa simplemente cortáis las rodajas de berenjena y calabacín en trozos pequeños, y el tomate en tacos de un tamaño parecido. Todo a la sartén con un poco de aceite, no mucho porque lo que queremos es que se haga en su propio jugo. Y lo dejamos a fuego medio, que se vaya haciendo poco a poco. Hay que remover de vez en cuando para que no se pegue y vaya cogiendo cuerpo.


Cuando las verduras están blandas, sin llegar a transparentes, añadís la salsa de tomate y medio vaso de agua decente. Subís el fuego a tope hasta que empiece a hervir, y entonces lo vais bajando justo hasta el punto en el que intenta hervir pero no llega a poder, que lo sabréis porque salen algunas burbujas pero no llegan a saltar, que es lo que hace el tomate cuando hierve. Los brillos que se ven en la foto son las burbujas.


En ese punto lo dejáis, removiendo de vez en cuando. El agua que habéis añadido se evaporará y la cosa irá cogiendo una textura más espesita y cremosa, y un color rojo oscuro muy chulo que os dirá cuándo hay que apagar el fuego. A todo esto habrá pasado la hora de horno. Cuando saquéis la carne del molde tendrá un aspecto parecido a este:


Ya, la foto es muy mala, las he hecho con el móvil y sin fijarme mucho, pero tiene una altura de unos cuatro dedos. No sé si estará bueno recién hecho, yo lo he dejado enfriar porque tenía tiempo. Ya sólo queda emplatar. Se cortan dos rodajas de un centímetro, se colocan en el plato y se decora con una cantidad generosa de salsa, que tiene que estar bien caliente. Y queda así de bonito y de verdad que muy bueno.


jueves, 14 de julio de 2016

ACLARANDO CONCEPTOS PARA LA INVESTIDURA

Hay días en los que a uno se le calienta la tecla -sería muy cínico no reconocer que soy de gatillo fácil- y otros en los que te lo ponen a huevo. En estas semanas post-electorales las ocasiones para echar las patas al aire han sido muchas, pero lo de estos días está siendo como para montarse en Babieca lanza en ristre, picar espuelas y no parar hasta Tánger.
Primero está la memez esa de que todas las opiniones son respetables. Respetables mis cojones. Cuando una opinión es execrable en sí misma o es incompatible con la realidad no es respetable. Por ejemplo, si usted opina que exterminar a judíos, gitanos y homosexuales fue una política correcta, por mi casa ni se acerque. Por ejemplo, si usted opina que el pasado 30 de febrero (sic) pasó algo, no cuente conmigo ni para hablar de qué calor está haciendo este verano. Como tiendo a ser civilizado, bien que con algún esfuerzo, puedo respetar a quien opine cualquier cosa en tanto que persona. Con algún esfuerzo.
Desde el 26-J vuelve a haber una confluencia astral parecida a la de los primeros días de marzo. Por un lado tenemos a los del PP, que en marzo votaron NO a una investidura que sumaba 131 escaños, sólo seis menos que los que ahora tienen ellos mismos, y que le piden al PSOE que se abstenga por sentido de la responsabilidad, supongo que el mismo que ellos mostraron entonces. A estos soy capaz de entenderles: después de todo se jugaban el chiringuito. Al otro lado, en una perfecta reedición del pacto del tendedero, los que en marzo se aliaron con el PP y votaron también NO ahora le dicen al PSOE que ellos siempre han querido un gobierno de progreso y que el balón está en el tejado socialista y que a ver qué hacemos.
Luego está ese sector de la prensa que tiene como unidad de destino vivir bien alimentado, cargando una y otra vez sobre el PSOE la responsabilidad de unas hipotéticas terceras elecciones en caso de no abstenerse. Ya dudo hasta de mí mismo: ¿se ha hecho en el Congreso un sorteo en virtud del cual, entre la docena de fuerzas políticas que hay en el Parlamento, le ha salido al PSOE el boleto de abstenerse? ¿Por qué no se le exige lo mismo al PNV, a CDC, a C's, a Bildu, a ERC, a CC...? Entre estas fuerzas hay algunas que claramente son mucho no, muchísimo más próximas al PP que el PSOE.
¿Puedo recordar algunas cosas? En su momento se comentó aquí, con documentos demostrativos -ya, joder, quién se lee un programa electoral o un pacto de gobierno y los analiza en detalle pudiendo repetir media docena de lemas publicitarios bien aprendidos- que el PSOE y C's alcanzaron un pacto de gobierno con 200 medidas concretas, de las que al menos 140 eran parecidas o similares a medidas incluidas en el programa electoral de Podemos. Ante esa evidencia Podemos sólo tenía dos opciones: o se sumaba a un pacto que en un 70% recogía, si se quiere con matices, lo mejor de su programa electoral o diseñaba una condición que desde el principio fuera inaceptable tanto para el PSOE como para C's
Y ahí apareció ("somos la sonrisa del destino, Pedro") el carácter irrenunciable (otra vez sic) del referéndum de autodeterminación de Cataluña. Y como el objetivo era por un lado mantener a la derecha en el poder (recordemos la estrategia anguitiana de "cuanto peor mejor", que llevó a Aznar a la Moncloa) y por otro aniquilar al PSOE, se cumplió lo acordado con Mariano y los suyos y se acabó la investidura.
Mientras tanto se ha convertido el Congreso en un circo que habría dirigido con excelencia Mercedes Milá, y que hay que reconocer que un tipo tan normal como Patxi López ha sido incapaz de controlar. Desde innovaciones en la toma de posesión, puro teatro cara a la galería porque si el diputado no ha firmado el impreso con la fórmula correcta no asume el puesto, hasta insinuaciones amorosas ("ya sólo quedamos tú y yo, Pedro"), pasando por picos entre diputados, niños mamando en el hemiciclo pero con la nani ecuatoriana a punto para hacerse cargo en cuanto marchen las cámaras y diputados ecologistas yendo en metro hasta dos paradas del Congreso y cogiendo allí unas bicis para salir en el telediario llegando a San Jerónimo montados en ellas.
Días antes de las elecciones Iglesias Turrión decía que si el PSOE les quedaba por delante apoyarían un gobierno de progreso. Al día siguiente Echenique dijo que eso ni de coña. Desde entonces hemos visto a diario cambios de opinión al respecto. ¿Y qué? Si se puede pasar en siete meses de marxista-leninista-trotskista-chavista-cheguevarista a socialdemócrata semiliberal estilo danés, si se puede pasar de cerrar campaña con Vetusta Morla a cerrar la noche electoral con Quilapayún, si se puede pasar de gritar airado "¡tenéis las manos manchadas de cal viva!" a susurrar dulcemente "no te equivoques, Pedro, yo no soy el enemigo", ¿por qué no se va a pasar de decir "sí" los días pares a decir "no" los días impares y "me lo tengo que pensar" los días de viento o luna llena?
Puestos a pedirle a alguien que se abstenga para que el PP gobierne, lo más lógico es pedírselo primero a sus hermanos ideológicos, y segundo a sus aliados estratégicos de marzo. Pedírselo al PSOE es de una inconsistencia intelectual que desanima. Y puestos a decir que es posible un gobierno de progreso, lo más lógico era haberlo apoyado, incluso críticamente, cuando el partido llamado a dirigirlo era mucho más fuerte y la derecha mucho más débil.
Yo lo siento sobre todo por los votantes de Podemos. Por toda esa gente que de buena fe creyó en una esperanza. Por todos los que con ilusión llevaron a la urna una papeleta nueva de la que esperaban algo también nuevo. Por los antiguos votantes socialistas que imaginaron ver nacer algo como el PSOE de los 70, un PSOE que por cierto fue muy útil entonces pero ahora no serviría para nada. Por los que intentan sin éxito y con desazón justificarse a sí mismos que Podemos vota sistemáticamente con la extrema derecha xenófoba en Bruselas. Por los que incluso después de la comedia de estos meses (y sois un millón y cuarto menos que en diciembre, recordémoslo, porque Podemos ha perdido en seis meses los mismos votos que el PSOE en cinco años, tras gobernar la primera mitad de la peor crisis de la historia) le disteis una oportunidad a unos que hace cuatro días gritaban que el Congreso no les representaba.
Tiene que joder mucho haber votado a Podemos pensando que era lo más rojo que había a mano y descubrir que tu voto sirve para mantener al PP en la Moncloa. Prueba conseguida. Pasamos a la siguiente pregunta.

domingo, 22 de mayo de 2016

CHAMPIÑONES RELLENOS DE CHAMPIÑÓN


De vez en cuando te encuentras en el supermercado bandejas de medio kilo de champiñones gordos, hermosos y lavados. Cuando pasa eso los compro siempre. Si son pequeños quizás también, pero si no están lavados me lo pienso mucho porque es un auténtico rollo. Pero mirad qué majos eran estos. (Ahora caigo en que debería haber puesto un cubierto o algo así para que se apreciase mejor el tamaño, pero tienen entre 7 y 10 cm de diámetro.)



Con 1,5 kg de estos champiñones, 2 cucharadas soperas de harina, 50 g de mantequilla, sal, aceite, pimienta negra (sí, sí, siempre recién molida, no le demos más vueltas a esto), un chorrito de leche, unas pizcas de queso rallado y media botella de cava vais a hacer un plato sabroso, elegante y sorprendente por la mezcla de sabores, olores, colores y texturas. Lo primero será quitarles el pie a los champiñones, para hacer el relleno.


¿Cómo? Pues cogéis el champiñón con la mano buena y el pie hacia arriba (¡me refiero al pie de champiñón, que hay que explicárloslo todo!), y con el dedo gordo de la izquierda apretáis lateralmente sobre el pie como si quisierais romperlo. Que justamente de eso se trata. Casi todos salen enteros, y su alguno no lo hace es fácil acabar de quitarlo. Aprovechad para quitar también la telilla que hay por todo alrededor del agujero de la copa.


Ahora los metéis en el triturador, junto con las telillas y el champiñon que reglamentariamente se rompe siempre, lo que se dice siempre. Si son muy gordos troceadlos, porque la máquina esta puede convertir cubitos en granizo pero en cambio tiene problemas con los champiñones gordos. Y venga, dale botón, parar, remover, más botón, hasta que todo está bien picado.


A simple vista parece pollo, como cuando hacéis croquetas (recordadme que os diga algo de las croquetas). Pero tiene ese aroma intenso a bosque mojado, tan característico de los hongos frescos. Con esto vamos a hacer una especie de bechamel. Ponemos la sartén al fuego, fundimos a media temperatura la mantequilla y añadimos el aceite. Echamos el picado de champiñon, salamos ligeramente y lo dejamos que se vaya haciendo a fuego un poco más que medio, removiendo de vez en cuando para que la cocción sea homogénea.


Veréis que va cogiendo el típico gris champiñón y que suelta mucha agua. Seguid con ello al fuego hasta que se haya ido toda, y entonces ponéis todo el relleno alrededor de la sartén, echáis un chorrito de aceite en el hueco que ha quedado enmedio y cuando esté líquido añadís la harina muy repartida para que se haga deprisa.


Removéis controlando que la harina se fría sin quemarse, y cuando esté hecha la juntáis y mezcláis bien con el resto del relleno. Cuando no se distinga la harina del champiñón manteniendo el fuego medio echamos un chorrito de leche y lo unimos a la masa, y a partir de ahí vamos añadiendo el cava y removiendo sin parar, ya veréis cómo se va compactando poco a poco. Cuando el cava está bien absorbido se añade más, y así hasta que tenga una textura intermedia, ni muy líquida ni muy sólida.


Y ahora lo de las croquetas. Si dejáis que se siga consumiendo hasta tener la textura adecuada y lo dejáis una noche en la nevera al día siguiente podréis hacer unas croquetas increíbles por el procedimiento normal (ya sabéis: darme forma. pan rallado, huevo, otra vez pan y aceite muy caliente). Bueno, volvamos a lo nuestro. Rellenad los champiñones puestos en una bandeja de horno, ponedles encima unos hilillos de queso rallado y meted al horno previamente caliente sólo por arriba a 220º.


Al cabo de unos 20 minutos estarán listos. Como hoy no tenía ganas de pensar simplemente he freído unas lonchas gorditas de cansalada ibérica (a 3,50 el kilo en makro) y arreando. Pero os propongo dos cosas que acompañan estupendamente este plato. Una es un puré de manzana ácida, que no tiene misterio y contrasta muy bien. La otra es hervir en agua con sal unas patatas peladas, escurrirlas bien, chafarlas a lo basto como para hacer un puré rústico y mezclar el líquido que han dejado en la bandeja del horno los champiñones. Le damos una pasadita en una sartén bien caliente ligeramente engrasada, que se tueste un poco y listos.

Probadlo, y ya si eso comentamos.


domingo, 31 de enero de 2016

POLLO CON ESCALIVADA Y CHAMPIÑONES


El pollo es el rey de nuestras mesas. Digo de los no vegetarianos, claro. Su carne es sana y sabrosa, y su precio es muy razonable. Y tiene otra ventaja: podéis cocinarlo como os dé la gana. Da igual si lo freís (pero bien frito, que quede tostadito y crujiente), lo asáis (untado con cualquier cosa, forrado con papel de plata y quitádselo el ultimo cuarto de hora para que se dore) o a la cazuela, que es como me gusta más hacerlo porque es muy fácil.

Para este plato he usado una docena de contramuslos. Para mí es la parte más interesante del pollo, pero eso son gustos. La escalivada esta vez también la he comprado hecha, una bandeja de 300 g. He usado también una lata de champiñones laminado y un paquetito de 200 g. de tirillas de bacon, de esas que venden para hacer pizzas. Y tenía caliente al fuego algo así como 3/4 de litro de caldo de pollo. Y nada más.

Lo primero es salpimentar las piezas de pollo y freírlas. Normalmente lo hago en la freidora, es cómodo, queda bien y me permite tener libres los fuegos para hacer otra cosa. Mientras se fríe la primera tanda escurro la escalivada dejando caer el líquido en la cazuela, y la pico en trozos pequeños. Cuando termino de freír la primera tanda de pollo lo paso a la cazuela y echo encima la mitad de la escalivada y los champiñones.


Repito la jugada con la segunda tanda de pollo y el resto de los champiñones y la escalivada, y añado el caldo bien caliente hasta que cubra el pollo.


Tapo hasta arrancar el hervor, y entonces destapo y bajo el fuego hasta que el caldo esté en ese nivel de hervor que me gusta llamar quiero-pero-no-puedo, y lo dejo hasta que se ha reducido más o menos la mitad del líquido. Una cosa así:


Y ya está. Queda tierno, con una mezcla de sabores muy interesante y una salsa ligera que se deja mojar en pan estupendamente.


PECHUGAS DE POLLO CON SALSA DE QUESO AZUL


Hacía tiempo que quería probar el efecto del contraste entre el sabor de la pechuga de pollo y la untuosidad intensa que aporta el queso azul. Así que como no tenía cena para hoy me he llegado al BonArea y he comprado todo lo que necesitaba. A saber: aproximadamente 1,5 kg de pechugas fileteadas, 300 g de queso azul, un tetrabrik pequeñito (de los de 125 ml) de crema de leche y un taco de mantequilla, del que he usado 50 g, que es la quinta parte, medida a ojo.

Para preparar la salsa de queso simplemente cogemos un cazo que pueda ir al fuego y en él ponemos la mantequilla cortada a tacos, el queso también hecho trozos con los dedos bastamente, y la crema de leche. Subimos temperatura hasta que parece que quiere hervir pero no puede y dejamos que todo se vaya fundiendo, ayudando un poquito con una cuchara. Al principio parecerá que la mantequilla líquida provoca que la salsa quede como cortada, pero tranquilos que se irá ligando.


Mientras tanto salamos los filetes de pechuga por las dos caras, calentamos una sartén con un chorrito de aceite y pasamos los filetes vuelta y vuelta, lo justo para sellarlos, y los vamos dejando apartados en un plato. Se les puede poner también un poco de pimienta o nuez moscada, sin pasarse, aunque yo esta vez he preferido sabores limpios.


Cuando ya están todos hechos los volvemos a poner en la sartén a fuego medio junto con el jugo que han dejado en el plato, los regamos con la salsa que hemos mantenido caliente en el cazo procurando que queden bien, cubiertos, y llevamos otra vez a ese punto de hervor quiero-pero-no-puedo. En ese punto lo dejamos cocer durante 15 o 20 minutos y servimos directamente de la sartén al plato, quizás con una mínima cantidad de patatas chips de bolsa o, mejor todavía, un arroz blanco pasado por la sartén.


Probadlo si os gusta el queso. Es sencillo y está muy rico.