Lo primero es lo primero: me alegro un montón, lo que se dice un montón, de que todos los arrantzales, mariñeiros y pescadores del Alakrana estén libres y naveguen rumbo a las Seychelles para volar luego al encuentro de sus familias. (Por cierto: el tono de ayer del presidente Rodríguez al anunciar la noticia, ¿no recordaba un poco a aquel "con viento de levante" del ministro Trillo cuando lo de Perejil?)
Ahora toca preguntarse muchas cosas:
1) ¿Por qué un barco que ha recibido tres avisos, tres, de los buques de la operación Atalanta, sigue faenando fuera de la zona de protección establecida?
Ya se me dirá que claro, que los pescadores quieren ganar más, y tenéis razón (y ellos). Son gente a la que se paga un fijo de menos de 1000 mortadelos al mes y una especie de bonus en función de las capturas, así que cómo no van a querer ganar más. Pero... Pero la operación Atalanta nos cuesta la broma de un millón de euros al día. Y ese millón lo pagamos para garantizar la seguridad de los pescadores. Si por ganar unos euros más convierten en inútil el dispositivo de protección igual estamos haciendo el canelo. Todos.
2) ¿Quién ha pagado el rescate? ¿Las familias, el armador, el Gobierno, las cajas B del Estado? ¿Son 2,3 millones, 2,7 ó 3,2? ¿Somos conscientes de que tal como están las cosas en Somalia con eso se financian quince o veinte secuestros?
Humanamente es comprensible que se haya hecho todo lo posible para lograr la liberación de los secuestrados pero es inevitable recordar que en España, está vigente el artículo 404 del Código Penal, que define la prevaricación como el delito que comete el funcionario o autoridad que toma a sabiendas una resolución contraria a la Ley. ¿Quién ha ordenado el pago del rescate?
3) ¿Se va a perseguir a los secuestradores? Uno esperaría como mínimo algún tipo de acción punitiva, no sé si mediante la aplicación de la fuerza militar o por otros medios. No sé si hay que enviar a la infantería de Marina o pagar a mercenarios para que hagan un escarmiento, pero algo habría que hacer.
Lo que no es aceptable de ninguna de las maneras es que haya ahora mismo 63 personas (y sus jefes, y los abogados que tramitan el rescate, y qué se yo quién más) partiéndose el alma de risa mientras se distribuyen el lucro de su acción criminal, y pensando, después de todo, que existe al menos un país cuyos pesqueros pueden ser asaltados con buenas probabilidades de rentabilizar la acción.
4) Y por último, ¿quién ha dirigido la acción del Estado en este asunto? El espectáculo de informes de la inteligencia naval, contrainformes del CNI, que si han mandado traer a los dos capturados los jueces, los fiscales, el comandante de la fragata (este, seguro que no), la ministra de Defensa, el presidente Rodríguez o el conserje del Senado, la supuesta unanimidad de las decisiones (todos sabemos en qué consiste la unanimidad en los sistemas tan presidencialistas como el nuestro)...
Va, venga, por favor: ¿quién ha metido la pata? Que no pasa nada: se sale, se dice eso de "como la he pifiado ofrezco mi renuncia" y se conserva la dignidad, y las posibilidades de volver a tener responsabilidades públicas en el futuro. Porque la dignidad no inhabilita; lo que inhabilita para esto, y para todo, es la dignidad.
Pero abunda tan poco...
miércoles, 18 de noviembre de 2009
viernes, 16 de octubre de 2009
Y que nos quiten lo bailao
Este miércoles, en la tertulia quincenal que comparto en la COM Ràdio con Gonzalo Bernardos, el director del programa, Jordi Duran, nos pidió, como era de esperar, nuestra opinión sobre el proceso de fusión de Caixa Catalunya, Caixa Girona y Caixa Tarragona, que oficialmente se puso en marcha el martes por la tarde pero del que todos estábamos hablando desde el regreso del verano.
El sector financiero no es cualquier cosa. A diferencia de la mayoría de los sectores económicos, por muchas barbaridades que hagan los gestores de la banca y las finanzas en general no se puede permitir que el sector se colapse. No es como los vendedores de piruletas o chuches en general, o los sopladores de vidrio o qué sé yo. No. Si un sector que produce bienes y servicios reales se va a hacer gárgaras, pues mala suerte: al INEM los que les toque esa negra lotería, a liquidación las empresas, benedicat vos Deus patres omnipotens y tal dia farà un any. Cuando en el mercado hagan falta esos bienes alguien se dedicará a importarlos o producirlos y en algún momento los planes de los consumidores y los de los productores casarán, y aquí no ha pasado nada.
Eso no ocurre con la banca. El sistema financiero es como el lubricante de un motor. Si te olvidas de llenar el depósito de gasolina puedes quedarte tirado en carretera; pero si te olvidas de rellenar el del aceite puedes quedarte sin coche para siempre. El sector financiero convierte el ahorro de los consumidores en capital disponible para los inversores, sean estos empresas, consumidores o el Estado en cualquiera de las múltiples versiones de él que disfrutamos. Esa financiación es la que permite superar el desajuste que prácticamente siempre existe entre el momento en que necesitamos dinero para una operación y la disponibilidad de nuestros propios fondos. Cuando compramos una casa, por ejemplo, necesitamos el dinero ya; el préstamo permite cambiar ese dinero que me dan en el presente por otro dinero que yo iré pagando en el futuro. Naturalmente el tipo de interés es el precio que pagamos por disponer hoy de un dinero que iremos ganando durante los próximos 30 años.
En una economía moderna como la nuestra la mayor parte de nuestras operaciones económicas no se hacen con dinero en efectivo, sino mediante recursos financieros. Hay un anuncio bonito en la tele y la radio que nos invita a guardar el dinero de bolsillo para las cosas importantes, como dejar algo en el sombrero de un grupo de personas que animan un parque con una música preciosa. Para lo demás, dinero financiero. En estas condiciones todo funciona básicamente a partir de la confianza. Todos nos fiamos: los que dejamos nuestros ahorros en un banco o caja, los que aceptan cobrarnos una comida pasando un trozo de plástico por un datáfono o que paguemos la entrada de un coche con un cheque al portador. Confiamos en que la entidad financiera responderá, y gracias a eso la economía puede funcionar con muchísima más agilidad que si todas las compraventas se tuvieran que hacer entregando físicamente una cantidad de dinero. Además los costes de transacción son muy inferiores.
Por eso ningún gobierno serio puede permitir que la banca se venga abajo por muchas tropelías que se hayan cometido, incluso por insoportablemente indecente que nos parezca que el consejero delegado de un banco pille una pensioncilla de 3 millones de euros al año o que el conjunto de los planes de pensiones de los directivos bancarios acumule 500 millones. Si alguien ha metido mano en la caja, si alguien ha estafado o cometido alguna irregularidad, unos atentos caballeros y damas que suelen llevar un uniforme verde y un extraño sombrero negro acharolado se presentarán en su casa y con amabilidad pero sin la menor duda acerca de sus intenciones se lo llevarán detenido. Pero sea cual sea el volumen de sus desmanes allá iremos todos con los millones de mortadelos que haga falta a sanear, reequilibrar balances y lo que sea preciso, porque no hacerlo supondría la ruina de nuestra economía.
Así pues, que nadie se sorprenda de que los poderes públicos faciliten financiación para el saneamiento de las cajas fusionadas. En este caso concreto, 1500 millones de euros, que por si alguien lo ha olvidado serían el equivalente a un cuarto de billón (con B de burrada) de nuestras viejas pesetas. O sea, una pasta gansa, y la cosa no ha hecho más que empezar. Decía el miércoles Narcís Serra, presidente de Caixa Catalunya, que no debía verse la fusión como una absorción encubierta. Tiene razón: se parece más a esas operaciones de apuntalamiento en las que cuando un gran edificio corre peligro de venirse abajo se construyen a su alrededor otros edificios más pequeños para reforzarlo. ¡A nadie se le ocurriría decir que es el edificio grande el que da soporte a los pequeños!
Si se fusionan es porque nadie pierde y al menos uno gana. El reparto de cuotas de poder indica que no es que el pez grande se coma a los peces chicos, sino que necesita como el aire apoyarse en ellos para que no se lo lleve la corriente. Luego entre todos rellenaremos el agujero con la cantidad de hermosos billetes de esos que llaman “bin laden”, ya sabéis, todo el mundo habla de ellos pero sólo se ven por la tele. La pelea vendrá, como siempre en las cajas, con la Obra Social, que es el instrumento que los políticos tienen para hacer sus cositas en el territorio del que dependen sin echar mano de fondos públicos. Pero esa ya es otra historia.
UNA MALDAD: Se insiste tanto en la territorialidad identitaria de las cajas que no deja de hacer gracia que una importante caja de una zona del norte de España con un bellísimo pero muy difícil idioma propio esté intentando hacerse con la primera caja que fue intervenida por el Banco de España desde que empezó esta crisis. En el Quijote hay un personaje que grita: “¡Viscaino estoy”. En un chiste en el que uno presume de que los bilbaínos somos tal y somos cual, cuando el otro le recuerda que es natural de Santurce (o Santurtzi), el primero responde: “Los de Bilbao nacemos donde queremos”. Se podría decir: “los de Bilbao tenemos cajas donde queremos”. Tanto llorar la desvasquización (cierta) del BBVA y ahora el PNV queriendo quedarse la caja de ahorros de un lugar de cuyo nombre es muy fácil acordarse.
El sector financiero no es cualquier cosa. A diferencia de la mayoría de los sectores económicos, por muchas barbaridades que hagan los gestores de la banca y las finanzas en general no se puede permitir que el sector se colapse. No es como los vendedores de piruletas o chuches en general, o los sopladores de vidrio o qué sé yo. No. Si un sector que produce bienes y servicios reales se va a hacer gárgaras, pues mala suerte: al INEM los que les toque esa negra lotería, a liquidación las empresas, benedicat vos Deus patres omnipotens y tal dia farà un any. Cuando en el mercado hagan falta esos bienes alguien se dedicará a importarlos o producirlos y en algún momento los planes de los consumidores y los de los productores casarán, y aquí no ha pasado nada.
Eso no ocurre con la banca. El sistema financiero es como el lubricante de un motor. Si te olvidas de llenar el depósito de gasolina puedes quedarte tirado en carretera; pero si te olvidas de rellenar el del aceite puedes quedarte sin coche para siempre. El sector financiero convierte el ahorro de los consumidores en capital disponible para los inversores, sean estos empresas, consumidores o el Estado en cualquiera de las múltiples versiones de él que disfrutamos. Esa financiación es la que permite superar el desajuste que prácticamente siempre existe entre el momento en que necesitamos dinero para una operación y la disponibilidad de nuestros propios fondos. Cuando compramos una casa, por ejemplo, necesitamos el dinero ya; el préstamo permite cambiar ese dinero que me dan en el presente por otro dinero que yo iré pagando en el futuro. Naturalmente el tipo de interés es el precio que pagamos por disponer hoy de un dinero que iremos ganando durante los próximos 30 años.
En una economía moderna como la nuestra la mayor parte de nuestras operaciones económicas no se hacen con dinero en efectivo, sino mediante recursos financieros. Hay un anuncio bonito en la tele y la radio que nos invita a guardar el dinero de bolsillo para las cosas importantes, como dejar algo en el sombrero de un grupo de personas que animan un parque con una música preciosa. Para lo demás, dinero financiero. En estas condiciones todo funciona básicamente a partir de la confianza. Todos nos fiamos: los que dejamos nuestros ahorros en un banco o caja, los que aceptan cobrarnos una comida pasando un trozo de plástico por un datáfono o que paguemos la entrada de un coche con un cheque al portador. Confiamos en que la entidad financiera responderá, y gracias a eso la economía puede funcionar con muchísima más agilidad que si todas las compraventas se tuvieran que hacer entregando físicamente una cantidad de dinero. Además los costes de transacción son muy inferiores.
Por eso ningún gobierno serio puede permitir que la banca se venga abajo por muchas tropelías que se hayan cometido, incluso por insoportablemente indecente que nos parezca que el consejero delegado de un banco pille una pensioncilla de 3 millones de euros al año o que el conjunto de los planes de pensiones de los directivos bancarios acumule 500 millones. Si alguien ha metido mano en la caja, si alguien ha estafado o cometido alguna irregularidad, unos atentos caballeros y damas que suelen llevar un uniforme verde y un extraño sombrero negro acharolado se presentarán en su casa y con amabilidad pero sin la menor duda acerca de sus intenciones se lo llevarán detenido. Pero sea cual sea el volumen de sus desmanes allá iremos todos con los millones de mortadelos que haga falta a sanear, reequilibrar balances y lo que sea preciso, porque no hacerlo supondría la ruina de nuestra economía.
Así pues, que nadie se sorprenda de que los poderes públicos faciliten financiación para el saneamiento de las cajas fusionadas. En este caso concreto, 1500 millones de euros, que por si alguien lo ha olvidado serían el equivalente a un cuarto de billón (con B de burrada) de nuestras viejas pesetas. O sea, una pasta gansa, y la cosa no ha hecho más que empezar. Decía el miércoles Narcís Serra, presidente de Caixa Catalunya, que no debía verse la fusión como una absorción encubierta. Tiene razón: se parece más a esas operaciones de apuntalamiento en las que cuando un gran edificio corre peligro de venirse abajo se construyen a su alrededor otros edificios más pequeños para reforzarlo. ¡A nadie se le ocurriría decir que es el edificio grande el que da soporte a los pequeños!
Si se fusionan es porque nadie pierde y al menos uno gana. El reparto de cuotas de poder indica que no es que el pez grande se coma a los peces chicos, sino que necesita como el aire apoyarse en ellos para que no se lo lleve la corriente. Luego entre todos rellenaremos el agujero con la cantidad de hermosos billetes de esos que llaman “bin laden”, ya sabéis, todo el mundo habla de ellos pero sólo se ven por la tele. La pelea vendrá, como siempre en las cajas, con la Obra Social, que es el instrumento que los políticos tienen para hacer sus cositas en el territorio del que dependen sin echar mano de fondos públicos. Pero esa ya es otra historia.
UNA MALDAD: Se insiste tanto en la territorialidad identitaria de las cajas que no deja de hacer gracia que una importante caja de una zona del norte de España con un bellísimo pero muy difícil idioma propio esté intentando hacerse con la primera caja que fue intervenida por el Banco de España desde que empezó esta crisis. En el Quijote hay un personaje que grita: “¡Viscaino estoy”. En un chiste en el que uno presume de que los bilbaínos somos tal y somos cual, cuando el otro le recuerda que es natural de Santurce (o Santurtzi), el primero responde: “Los de Bilbao nacemos donde queremos”. Se podría decir: “los de Bilbao tenemos cajas donde queremos”. Tanto llorar la desvasquización (cierta) del BBVA y ahora el PNV queriendo quedarse la caja de ahorros de un lugar de cuyo nombre es muy fácil acordarse.
miércoles, 7 de octubre de 2009
¡A por el 15%!
Esta mañana discutíamos en clase la política económica con que entre 1983 y 1985 el primer gobierno socialista, presidido por Felipe González y con Miguel Boyer en Economía y Hacienda, le dio a España el empujón necesario para salir de la profunda crisis económica que padecíamos prácticamente desde la muerte de Franco. Comentábamos que el triunfo en la lucha contra la inflación –que en unos tres años se redujo del 15% al 8%, más o menos–, mediante una política monetaria durísima y un fuerte ajuste de los costes laborales conseguida mediante una fuerte destrucción de empleo. En cualquier economía moderna, como la nuestra, funcionan los llamados “estabilizadores automáticos”: siempre que aumenta el paro aparece un déficit público anticíclico independiente de cualquier decisión política. Menos gente trabajando quiere decir menos recaudación por IRPF y por IVA, y más gasto en protección a los parados; y todo ello sin necesidad, insisto, de tomar decisión alguna. Ocurre sin más, aparece ese déficit transitorio, anticíclico y espontáneo, y por eso se habla de estabilizadores automáticos. De manera que, decíamos a eso de las 11.35, el aumento del paro había implicado un déficit público coyuntural que se sumaba al entonces permanente déficit estructural de la economía española. De pronto he caído en la cuenta de algo. Estos son los primeros alumnos en dos lustros para quienes el déficit público no es un fenómeno extraño y desconocido de los libros de teoría económica o de historia sino algo real, y ellos mismos son los primeros sorprendidos, porque desde que empezaron a estudiar, hace unos tres años, nunca habían visto el déficit público como un problema para el presente… y para el futuro. Y claro, de ahí a preguntarnos por las previsiones del FMI para el año 2010 solo había que dar un paso. El (des)gobierno que disfrutamos dice que podemos llegar al 10% del PIB, lo cual seguramente significa, a la vista de la experiencia, que ya lo hemos superado. Da miedo verles en esas ruedas de prensa dando números e imaginarse cómo serán los de verdad, los que no se enseñan en público. El FMI vaticina un 12%, lo que permite apostar sin demasiado riesgo por una cifra alrededor del 15%. Porque hay algo que nadie “con galones” ha salido a explicar. Lo que nos pasará el año que viene, en el mejor de los casos, es que se moderará la destrucción de empleo. Que no está mal, o incluso está muy bien; pero no significa que se reduzca el paro, sino que aunque sea más despacio en todo caso crecerá, y con el paro siempre crece el déficit. Así que, se diga lo que se diga y desde donde se diga, llegaremos a saberlo o seremos víctimas de otro apagón estadístico que dejará pequeño al de 1996-2004. Pero allá vamos, cuesta abajo y sin frenos, a batir un nuevo récord: ¡a por el 15% de déficit público!
viernes, 15 de mayo de 2009
Imprescindible
Un artículo de Antón Costas cuya lectura debería ser obligatoria para cualquiera que quiera hablar en público de los problemas de España.
http://www.elpais.com/articulo/opinion/impulsar/reformas/plena/crisis/elpepiopi/20090512elpepiopi_12/Tes
http://www.elpais.com/articulo/opinion/impulsar/reformas/plena/crisis/elpepiopi/20090512elpepiopi_12/Tes
Después del debate
Pasó el debate sobre el estado de la Nación y nos deja varias cosas que son al menos motivo para la reflexión. En primer lugar, tengo la sensación de que la mayoría de nosotros no nos merecemos un nivel tan bajo. Si ante una batería de propuestas del presidente todo lo que puede decir el líder de la oposición es que hay que hacer reformas estructurales sin concretarlas, y si lo más contundente que puede replicar el presidente es que su oponente es campeón en elecciones perdidas, mal andamos. Luego están las medidas en sí. Algunas claras, otras no tanto, algunas dudosas y otras que de puro propagandísticas se han tenido que empezar a desmentir, o al menos matizar, al cabo de apenas 24 horas de finalizado el debate. La eliminación de las deducciones fiscales por compra de vivienda parece, a priori, una medida correcta. No hace falta matizar que es a partir de cierto límite: a pesar de la caída de los precios de la vivienda, hoy por hoy nadie por debajo de esos límites puede plantearse comprarse una casa. En todo caso es un cambio muy importante que refleja una cierta voluntad de dejar de poner el énfasis en el tocho como factor de crecimiento, y además tiene un contenido claramente progresivo, no tanto por favorecer a los sectores menos favorecidos como por dejar de hacerlo con los mejor situados económicamente. La duda es si será posible políticamente llevar a cabo la reforma, anunciada prudentemente para 2011. Mientras tanto, la medida puede provocar un repunte de la demanda que podría detener el descenso de los precios. ¿Era eso lo pretendido?
Luego está lo de los ordenadores para los niños y las ayudas a la compra de coches. Sobre lo primero, anoche la secretaria de estado de Educación tuvo que advertir que, primero, algunas familias tendrán que pagar una parte del precio, y segundo, que hace falta el acuerdo de las Comunidades. Spbre lo segundo, el presidente ha rizado el rizo en lo que antes se llamaba "tirar con pólvora del Rey": ahora se tira con la pólvora de los súbditos. ¿Cómo, si no, entender una ayuda de 2000 euros de la que el gobierno central pone 500, el autonómico otros 500 y la empresa vendedora los 1000 restantes? El sector se espantó tanto ante la cancelación de las operaciones cerradas durante el Salón del Automóvil que el inefable ministro Sebastián ha tenido que decir que la cosa se pone en marcha a partir del mismo lunes.
¿Algo más? Sí, la constatación de la soledad compartida de nuestros dos partidos de gobierno. Resultaba gracioso escuchar al vicepresidente Chaves, en la entrevista de ¡45 minutos! el miércoles por la tarde en la SER, la afirmación de que "los grupos de la oposición se han quedado todos solos". Lo cierto es que los que están de verdad solos son el gobierno, que se ve obligado a pagar carísimos los pocos y esporádicos apoyos que recibe, y el PP, que inexplicablemente sigue practicando la estrategia de convertirse a sí mismo, con afirmaciones retóricas innecesarias y molestas para muchos, nuevamente en un apestado con quien nadie quiere pactar.
PD: Desde hace unos meses ha quedado clausurado el blog de mi admirado compañero, el catedrático de la UPF José García Montalvo, tras ser objeto de ataques de piratas informáticos de origen incierto. Su pecado: la búsqueda de la verdad, tan subjetiva y personal como se quiera pero siempre limpia. Dice el gran Serrat en una de sus canciones más celebradas que nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. Modestamente, quiero dejar constancia de mi solidaridad con el profesor García Montalvo y mi repulsa por los ataques que ha recibido.
Luego está lo de los ordenadores para los niños y las ayudas a la compra de coches. Sobre lo primero, anoche la secretaria de estado de Educación tuvo que advertir que, primero, algunas familias tendrán que pagar una parte del precio, y segundo, que hace falta el acuerdo de las Comunidades. Spbre lo segundo, el presidente ha rizado el rizo en lo que antes se llamaba "tirar con pólvora del Rey": ahora se tira con la pólvora de los súbditos. ¿Cómo, si no, entender una ayuda de 2000 euros de la que el gobierno central pone 500, el autonómico otros 500 y la empresa vendedora los 1000 restantes? El sector se espantó tanto ante la cancelación de las operaciones cerradas durante el Salón del Automóvil que el inefable ministro Sebastián ha tenido que decir que la cosa se pone en marcha a partir del mismo lunes.
¿Algo más? Sí, la constatación de la soledad compartida de nuestros dos partidos de gobierno. Resultaba gracioso escuchar al vicepresidente Chaves, en la entrevista de ¡45 minutos! el miércoles por la tarde en la SER, la afirmación de que "los grupos de la oposición se han quedado todos solos". Lo cierto es que los que están de verdad solos son el gobierno, que se ve obligado a pagar carísimos los pocos y esporádicos apoyos que recibe, y el PP, que inexplicablemente sigue practicando la estrategia de convertirse a sí mismo, con afirmaciones retóricas innecesarias y molestas para muchos, nuevamente en un apestado con quien nadie quiere pactar.
PD: Desde hace unos meses ha quedado clausurado el blog de mi admirado compañero, el catedrático de la UPF José García Montalvo, tras ser objeto de ataques de piratas informáticos de origen incierto. Su pecado: la búsqueda de la verdad, tan subjetiva y personal como se quiera pero siempre limpia. Dice el gran Serrat en una de sus canciones más celebradas que nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. Modestamente, quiero dejar constancia de mi solidaridad con el profesor García Montalvo y mi repulsa por los ataques que ha recibido.
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