martes, 29 de abril de 2014

LA HORA DE UNA TRIPLE RECONSTRUCCIÓN

Los datos parecen apuntar la salida de esta crisis de duración bíblica, y tiene sentido esbozar algunas ideas sobre hacia dónde debería ir Europa en un futuro próximo. Para mí el concepto clave es el de reconstrucción, y se concreta en tres ámbitos: institucional, socioeconómico y moral.

Las instituciones europeas han mostrado una grave incapacidad ante la crisis, reflejando las carencias de los gobiernos nacionales y la propia debilidad de los organismos europeos para las tareas que se les suponen. Un ejemplo son los sobresaltos causados por la debilidad del euro y la crisis de la prima de riesgo. Al diseñar el BCE se le privó de algunas de las competencias y objetivos que debe tener todo banco central, limitándolo no sólo para nada que no sea la lucha contra la inflación, sino siquiera para adaptar su objetivo primario a la realidad del momento.

A esta debilidad se une el desequilibrio de poder entre los Estados, que ha impedido aplicar políticas de reactivación ni para el conjunto de la UE ni para los países más tocados por la crisis. La idea de que Europa era la solución ha sido sustituida por la percepción de que Europa es el problema, causando el descrédito de sus instituciones y, de rebote, de los gobiernos y de una clase política incapaz de mostrar preocupación real por el sufrimiento de gran parte de la ciudadanía. La UE tiene un gran papel en el bienestar general, pero solo resolverá su déficit de credibilidad mediante reformas que simplifiquen su compleja estructura y suavicen la imagen de clase ociosa, distante y privilegiada que tienen para muchos los políticos del escenario europeo.

En segundo lugar, la crisis ha sido, por su duración y dureza, muy dañina para el sistema económico y la estructura social. Ha destruido buena parte de la capacidad productiva, en unos casos porque era necesario por su ineficiencia pero en otros solo por la caída de la actividad. Las grandes víctimas de este proceso, que ha llevado a muchas familias a la pobreza, han sido las clases menos favorecidas. Pero no es menos grave el debilitamiento de la clase media, el elemento clave de la cohesión social: demuestra que partiendo de abajo el esfuerzo permite el progreso personal, define el estándar de bienestar, atenúa las desigualdades e impide la división de la sociedad en grupos antagónicos o al menos excesivamente alejados. La depresión económica ha traído una depresión social: familias acomodadas encabezadas por profesionales cualificados han visto roto su proyecto vital, creando sensación de indefensión en los sectores que, por su dinamismo, protagonizan la vida social y económica de cualquier país.

Las prioridades de las políticas públicas han de ser reconstruir el tejido productivo, promover el empleo y restablecer el equilibrio social. Hay que centrarse en reincorporar al mercado de trabajo, en puestos acordes con su preparación, al mayor número de quienes han perdido su medio de vida. Y si era necesario el ajuste salarial para adecuar los salarios a la productividad real del trabajo, ahora habrá que poner especial empeño en las políticas educativas, formativas y de investigación científica y técnica para que la competitividad futura de las economías europeas no se base en actividades de bajo valor añadido y salarios depauperados.

Pero la peor consecuencia de la crisis es de orden moral. La crisis ha causado el rechazo a la clase política y la desconfianza en las instituciones, y ha extendido el miedo al futuro. Nos movemos así entre la irresponsabilidad del que se cree inocente de su situación y la sumisión de quien se siente culpable de sus propios males. Una sociedad sin fe en sus dirigentes es presa fácil de la demagogia y el populismo, y puede incluso cuestionar los valores compartidos y la validez de la democracia; una sociedad atemorizada puede aceptar con escasa resistencia sacrificios y renuncias que van mucho más allá de lo razonable y repartidos, además, de manera radicalmente injusta.  

Es preciso, por tanto, restablecer el crédito de la política y sus actores y la confianza de los ciudadanos en el sistema democrático, evitando los liderazgos demagógicos. Pero es fundamental devolver la autoestima y la dignidad humana a amplios sectores de la población que han vivido la crisis como un degradante proceso de humillación personal, y superar la incertidumbre y el temor. Y es básico recuperar el consenso en cuanto a las responsabilidades individuales y las que deben ser compartidas por todos. No todo es siempre, culpa de los demás, como pretenden algunos, pero tampoco nos merecemos todo lo malo que nos pase, como insinúan otros. Ni aprender a eludir las responsabilidades ni vivir bajo el imperio del miedo ayuda a que una sociedad pueda construir un porvenir próspero y digno en paz, justicia, igualdad y libertad.

Reconstruir las instituciones, reconstruir el tejido socioeconómico y reconstruir la moral social: estos son, en mi opinión, los retos inmediatos a que se enfrenta Europa.

(Publicado el 29 de abril de 2014 en el suplemento +Valor de El Periódico de Catalunya.)

jueves, 3 de abril de 2014

Inquietantes luces

Me lancé a los caminos en busca
de una flor capaz de despertarme
los sentidos, de alejar
todas las nubes, de encender
todos los fuegos y saciar
todas las hambres.

Salí para encontrarme
con un futuro que imaginaba
escondido
entre brumas aceradas,
hojarascas rojizas
esbozando matices, inquietantes
luces y horizontes.

Me reuní con el mañana
en la memoria del niño que soñaba
con ser hombre para poder
dormir entre tus brazos. Y hoy
soy el hombre que despierta
entre tus brazos para soñar que vuelve
a ser un niño.